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    Recorte fotográfico del Mural de Teodoro Nuñez Ureta. (Imagen Referencial, sólo para acompañar el relato, no es la Chavela).


    El distrito de Miraflores lleva consigo importantes recuerdos, no en vano fue cuna de la pampeña, y del carnaval, así como de importantes citas futbolisticas, en esta oportunidad queremos compartir este importante articulo que el gran Tribuno Francisco Mostajo publicó y que encierra consigo la vida  de una mujer que  llego a cautivar nuestra imaginación y que hasta el día de hoy es recordada  por los miraflorinos,  atrás quedo el recuerdo del viejo cementerio de Miraflores, hoy  en su lugar se erige un mercado  y cerca un puente que lleva el nombre de este personaje de antaño, además al final subimos un relato de Vladimiro Bermejo, acerca de "La Chabela"

    La Chabela 

    ¿Quién fue la Chabela?, ya ha comenzado a fantasearse acerca de su persona. Nosotros, en nuestra época de vida bohemia y popular, la conocimos y tratamos. Era una mujer del pueblo, pero no tosca ni vulgar. De talla pequeña, delgada, en proporción, los rostros amarillejos y asimétricos, las facciones delicadas, los dientes apretados y menudos, los ojos limpios e inteligentes, la frente breve y el cabello oscuro, nada tenía de fuertemente atractivo, pero no era antipática. Vestía sencillamente, como cualquier joven que está entre la clase media y el pueblo, y usaba invariablemente un mantón de buena calidad. Su nombre era Isabel. Su apellido nunca cuidamos en averiguarlo.

    De timbre femenino era su voz, y cuando  cantaba no sabemos que tenia de falsete. Hablaba con facilidad. Discurría con inteligencia. Su conversación, si no encontrábase  inecuánime o no parloteaba de cosas sexuales, era de persona educada, meliflua como si proviniera de mejor clase social. Y aunque de tales cosas hablara, no era grosera en sus términos, pero sí revelarse profundamente corrompida. Qué no sabía la mujercita esa. Alguna vez la oímos escandalizar a unos militares que nada tenían de inocentes. No sólo cantaba sino tocaba la vihuela c0on gusto, mientras su cabeza no estuviese perturbada por la serie de  anisetes.

    De repente apareció por las picanterías de Arequipa, ganándose el ambiente desde que se asomó por ellas. Su palabra de conservadora, sus gracias de cantora y guitarrista, la asequibilidad de su carácter, su llana franqueza, sin entrometimiento, ni desfachatez, prendas que hacían se le diera acogida lo mismo en Miraflores que Yanahuara, en los Ejercicios, que en San Lázaro y que el par se le reclamase de todas las mesas, en tan criollos establecimientos, “cavernas de la nacionalidad” . Ella se daba trazas para acudir aquí y allá, donde quiera. Probaba a penas la chicha. Poco tomaba de los picantes. Pero, sí, no desairaba, sino reclamaba la copita de anisete o pisco, que luego libaba con delicia. Era una alcohólica la pobrecita.  

    Si la invitaban a cualquier tenduchín , allá iba, sin cuidarse de que fuesen pocos o muchos sus acompañantes ni que tampoco de la hora ni del paraje. Cuentan que cuando, creyéndola mujer fácil, se intentaba propasarse, ella no resistía, sino, con la mayor naturalidad del mundo, se limitaba a advertir que estaba atacada de una terrible sífilis, contraída en Iquique. Y nadie se atrevió a tocarla. La simpatía del ambiente picanteril  acabó por convertirse en cariñosa piedad: se le “ acolpachaba” , como dicen en Arequipa, con la más buena voluntad, en cualquier establecimiento de esa laya en que la sorprendiera la noche; hoy aquí, mañana allá y se le brindaba lo mismo el plato de chupe, con el dorado bebe. Que apenas la incitaba.

    Indudablemente la Chabela ocultaba alguna historia con fibra de dolor, pero no fimbria de divertimiento. Alguna vez nos refirió que era nacida en Paucarpata, pero sus padres la llevaron niña todavía, a Iquique. Sin embargo ni en su acento ni en sus modalidades había nada de las gentes del sur, salo la estragación burdelesca de ciertos momentos de sus charlas, no buscadas, sino  llevada a ello. Allá casó, no sabemos si con Chileno o Peruano. Su matrimonio no fue idilio, y en una de las tantas grescas, la chabela mató a su cónyuge. Entonces fue lo que retorno al Perú. Huyendo de la justicia. Y cuando recuerdo, bebo nos dijo.

    Murió como había vivido, al amparo de la picantería, el rato menos pensado. La enterró la piedad de los comensales Criollos, allá en derruido cementerio de Miraflores ¡alma de la chabela! Convocar las gentes y no tardaron en darle la fama de milagrosa. Ramos de flores y velas encendidas hubo en su tumba y ya se  proyectaba erigirle un mausoleo de sillar, con las limosnas de tantas personas supersticiosas. Pero la autoridad eclesiástica y  la política pusieron termino a la superchería absurda y la Chabela descansó al fin….. Nada tuvo ella de extraordinario: fue sencillamente una mejer infortunada, pero una mujer perdida.


    Artículo tomado de la revista DE TODAS PARTES, AÑO VII, Nº 113 de marzo de 1944. Corresponde a la serie “Recordatorio  Arequipeño” que Francisco Mostajo firmaba bajo el seudónimo de Travada.



    Recorte fotográfico diario el Deber 1958. Construcción del Mercado "San Martin de Porres " en Miraflores, más conocido como "La Chabela", antiguamente el cementerio viejo de Arequipa.

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    La Chabela


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