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    Portugal, José Florentino.-Coronel. Nació en el distrito de Sabandía (Arequipa 14-03-1846). Capitán. "Guardia de Arequipa" sus padres fueron Mariano  Portugal y la señora María Gavina Prieto; fue bautizado en la Catedral de Arequipa, sus padrinos fueron don Lorenzo Ruiz de Somocurcio y la señora Josefa de Olazábal. Con frecuencia se confunde a los hermanos Portugal, José Florentino, capitán y fue ayudante del General Cáceres, el mismo que logró »obrevivir a la batalla de Huamachuco. Sus hermanos fueron: Juan Antonio Florencio, que fue fusilado después de la batalla de "Huamachuco"; Pío, Juana de Dios Baltazara y María Josefa.

     Se batió en los reductos de "Miraflores" (15-01-1881), "Pucará" (05- 05-1882), "Acuchimay" (22-02-1882), Marcavalle (09-07-1882) y Huamachuco 10-07-1883). Ha sido Jefe de "La Ayudantina". llegando ocupar la Secretaría de la Jefatura Superior del Centro y tifa del Cuerpo de Ayudantes, su máxima intervención fue en Huamachuco" protegiendo la vida de Cáceres al abrirse paso a revolver en mano en medio de la caballería chilena para proteger a su líder.

    En el parte de batalla de "Huamachuco" A. A. Cáceres exalta la bravura de Florentino Portugal Prieto Jefe de la "Ayudantina" como distinguido Teniente Coronel que en toda la Campaña del Centro, ha prestado su valor, arrojo e importantes servicios; y de los doctores Pedro Rodríguez, Daniel de los Heros y del comandante Lizandro de la Fuente. Portugal sobrevivió junto a Félix Costa y el fiel y valiente Saavedra. Cáceres despidió a los miembros de "La Ayudantina" y al único que mantuvo fue a Florentino Portugal. Cáceres dijo: todos han cumplido con su deber sólo que aún no se cansa nuestra fatalidad. 

    El 13 de julio Cáceres con el comandante Florentino Portugal, Justiniano Borgoño, Félix Costa y Laurent y de su asistente Saavedra continuaron a Huaraz para instalar el cuartel General en Tarma; con el núcleo de 100 hombres al mando de Pastor Dávila con el apoyo de Isaac Recavarren que ha dado muestras de patriotismo y fidelidad a la patria, Los servicios que prestó Florentino Portugal fueron de incalculable valor estaba con Cáceres en las buenas y en las malas como cuando, iban a cruzar el campo enemigo, sólo lo hizo con Portugal, y luego con sus compañeros o como cuando Cáceres se enfermó untes de llegar a Tarmatambo, se quedaron en el camino a descansar, con sus compañeros que se quedaron dormidos, dos detonaciones los hicieron despertar, se pusieron de pie y fueron al encuentro de los chilenos, pero eran tan numerosos que ellos son los que tuvieron que huir. Portugal, siguió con Cáceres durante la Campaña Constitucional, como jefe de la Ayudantina y estuvo por Cañete, Pisco, Ayacucho, Arequipa, etc. Cáceres, paralelamente organizaba el Ejército del Centro, se ocupaba también del gobierno de la Región del Centro y gran parte de la del Sur. Cáceres es recibido apoteósicamente en Arequipa por el alcalde Manuel de La Fuente: Francisco Oviedo dio un emocionado discurso y una niñita apellidada La Torre le entregó un ramillete de flores y una tarjeta de oro. 

    Florentino Portugal, murió a consecuencia de las heridas que recibió en una acción de armas realizada en las cercanías de Huancayo después de la guerra (25-05-1885), falleció en la hacienda de "Lanza" de esa ciudad (21-06), contaba con 39 años de edad y con el cargo Director de Guerra y Marina y ostentaba el grado de coronel de caballería. Una Institución Educativa del distrito de Sabandía (Arequipa), lleva su nombre "I.E. Florentino Portugal", soldado que estuvo al llamado de la patria, abandonó riquezas y las comodidades que tenía, su vida es un ejemplo de lealtad y fidelidad a la patria, aunque haya pasado desapercibida, muchos no la conocen y es que Arequipa participó con sus mejores hijos en la Guerra.




    Partida de Bautizo.

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    Portugal, Juan Antonio Florencio.-Capitán. Fue militar de prestigio, nació en el distrito de Sabandía (Arequipa) el 14 de junio de 1858  y murió en Huamachuco el 10 de julio de l883, fue hijo de Mariano A. Portugal y de María Gavina Prieto, estudió en el seminario de San Jerónimo, a la declaración de guerra de Chile al Perú, vendió todas sus pertenencias y se incorporó al ejército. Concurrió con los "Guardias de Arequipa" se batió en "Tarapacá" y estuvo en la defensa de Tacna en la batalla del "Alto de la Alianza", en la Campaña Lima en "Chorrillos", "Miraflores". Habiendo sido respetado por la muerte Se unió a las fuerzas de la Resistencia de Cáceres y participó en "Pucará", "Marcavalle" y con el grado de Capitán de Artillería intervino en la batalla de "Huamachuco" fue capturado, cuando se alejaba después de haber luchado valientemente, posteriormente él preguntó si lo iban a fusilar, el chileno le dijo que sí y que tenía que morir de rodillas como cualquier otro delincuente, Juan Antonio de puso de rodillas y luego se puso de pie y agregó ¡estoy listo dispara! fue fusilado, cuatro balas asesinas dieron fin a la vida de este valiente peruano, él mismo ordenó al pelotón de fusilamiento diciendo:' Soy Juan Antonio Florencio Portugal, arequipeño, casado y con hijos, ¡Quiero morir de pie! ¡Carajo!, ¡Apunten!, ¡FUEGO! Demostró en ese momento tal valor tal valor y serenidad. Los restos del capitán Florencio Portugal fueron trasladados a Lima el 15 de julio de 1890 recibiendo los honores correspondientes con arreglo al decreto que firmó el presidente de la república A. A. Cáceres. Al Capitán, Juan Antonio Florencio Portugal, se le recuerda porque EL GRUPO DE ARTILLERÍA DE CAMPAÑA N° 112 lleva su nombre.


    Partida de Bautizo.

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     La versión chilena respecto a la muerte de este valiente. Dice:

     “Le tocó al subteniente Poblete de la cuarta compañía del Talca alcanzar a un capitán que huía por las quebradas.

     - Señor, contestó este, no me mate, estoy rendido.

    - Por mi parte, le contestó, te concedo la vida, pero sin mis jefes los que decidirán de ella.
     ¿Quién eres?

     - Me llamo Florencio Portugal y soy capitán de artillería. Poblete tuvo piedad de él y ordenó que tomara adelante el camino de Huamachuco. En el tránsito le preguntó Portugal.

     - ¿Ustedes fusilan a los prisioneros? - Cuando pertenecen a ejércitos regulares, nunca; pero si cuando sus montoneros.

     - ¿Cree usted que seré fusilado?

     - No me haga esa pregunta; lo sabrá pronto. El subteniente Pobrete presentó a Portugal al señor Cruz, comandante del Talca, quien le dijo que lo llevase ante el jefe de la división. Se encontraba el señor Gorostiaga en la plaza de Armas, montado en su caballo de combate, junto a una acequia y entre los cuerpos ya fríos de Osma y de otros jefes peruanos.

     Poblete y dos soldados le presentaron al fugitivo. Portugal saltó la ancha acequia y poniendo una mano en el cuello del caballo del coronel y otra en el anca (lo que visto por Poblete sacó su revólver y apuntó sobre Portugal, temiendo una felonía) el dijo:

     - Señor: soy capitán de artillería; me he batido en Tacna, Chorrillos y Miraflores; tráteme como a buen soldado.

    - Yo lo califico como montonero, le contestó Gorostiaga, prepárese a morir. - Dispense, su señoría, pertenezco a un ejército tan regular como el que su señoría manda. Gorostiaga dio una orden a su secretario y trató de irse.

     - Una palabra, señor. Antes de que parta. ¿Voy a ser fusilado?

    - Si, señor.

    - Mas …..

     - Dispense, caballero: mi presencia es necesaria en otra parte.

     - Señor: soy católico.

    - Le concedo un cuarto de hora para que se prepare y muera como tal.

    - No se vaya, señor; óigame otro momento.

    - Es inútil, tengo otras cosas que hacer; hable con mi secretario. El secretario del coronel Gorostiaga era el capitán Isidoro Palacios, quien dado cumplimiento a la orden de su jefe, hizo avanzar a cuatro soldados y se dispuso a fusilar al fugitivo. Este meditó un momento y levantándose de súbito preguntó al capitán Palacios: - Señor, ¿lleva usted cartera?

     - Si, señor!

    - ¡Me permite escribir las últimas palabras de un infeliz guerrero?

     - ¡Como no! Portugal escribió entonces en la cartera del secretario del jefe de nuestra división: “Soy Florencio Portugal, arequipeño y con hijos”. En seguida meditó otro instante frente a los cuatro soldados que debían ultimarlo y de pronto se paró por segunda vez y dijo:

     - Señor secretario, permítame morir de pie. Cuatro balas dieron fin a la vida de ese valiente.

     Damos estos minuciosos detalles por respeto al heroísmo y para que se vea que nuestras huestes no vencieron a reclutas ni a cobardes, sino a lo más florido del ejército del Perú, por la inteligencia, la táctica y el denuedo de sus jefes, como por la disciplina y el número de sus soldados.


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    Parte de Andrés. A. Cáceres sobre Huamachuco

    Jefatura  Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro.

    Huancayo, julio 30 de 1883.

    Señor Ministro:

    Después del oficio que tuve el honor de dirigir a V. S. en mayo último, exponiendo las razones que me obligaban a retirarme a la zona del norte, siguiendo la opinión de la junta de guerra que convoqué, en vista del avance de considerables fuerzas enemigas que venían por todas direcciones con el fin de destruir las pequeñas de mi mando, no he podido volver a dirigirme a ese Ministerio por haberse interpuesto el enemigo en todas las vías de comunicación, y ahora paso a poner en su conocimiento, para que eleve al Supremo Gobierno, todos los sucesos que han tenido lugar desde entonces hasta la fecha.

    El 19 de mayo salí de Tarma cuando el enemigo dominaba ya la ciudad ocupando las alturas de Tarmatambo, observando el ejército el mayor orden, el mismo que ha observado imperturbablemente en toda la marcha, efectuada siempre en pequeñas jornadas.

    En el Cerro de Pasco permanecí tres días y aunque había determinado seguir por la vía de Cajatambo, noticias que recibí de que el coronel Recabarren venía a unírseme por Huánuco, me obligaron a tomar esta ruta, sabiendo que las dos fuertes divisiones de Canto y León García, al mando del coronel Arriagada venían en mi demanda con orden de seguir hasta alcanzarme; y en efecto,su persecución fue sostenida, pero a gran distancia, pues aunque durante la marcha hice alto varias veces en distintos puntos para dar descanso a mis tropas, jamás se presentaron.

    Llegado a Yungay debía seguir por Huaylas donde positivamente estaban las fuerzas del coronel Recabarren; pero considerando que a medida que avanzaba me iba estrechando entre las divisiones que me perseguían y la que existía en el departamento de la Libertad, ordené que viniese el coronel Recabarren y trasmonté rápidamente la cordillera, haciendo consentir que por caminos extraviados regresaba al centro burlando a mis perseguidores.

    Este movimiento estratégico surtió tan buen efecto, que al llegar el enemigo a aquella ciudad, no sabiendo con exactitud mi paradero y dando asentimiento a la idea de mi regreso, retrocedió rápidamente con dirección a Cerro de Pasco, perdiendo buen número de tropa, por las enfermedades, el cansancio y las fatigas inherentes a una contramarcha tan larga por caminos quebrados y de cordillera y bajo un riguroso clima.

    Libre de esta peligrosa persecución, me dirigí a Pomabamba, en busca de la fuerza del coronel Gorostiaga que por datos seguros constaba de 1.400 hombres y debía encontrarse entre Corongo y Mollepata; pero a mi aproximación éste se retiró con precipitación a Huamachuco, sin embargo que en aquel último punto debía esperar un refuerzo que le venía de Trujillo, según una comunicación enemiga que llegó a mi poder.

    Una nueva comunicación escrita en clave por el jefe del refuerzo anunciado, comandante Gonzáles, al coronel Gorostiaga, me puso al corriente del movimiento que aquel iba a emprender de Santiago de Chuco para reunirse a éste en Huamachuco. Se presentaba pues una preciosa oportunidad, y para aprovecharla, calculada la distancia, impartí las órdenes precisas para que se movieran mis fuerzas con la seguridad de cortar el paso y capturar dicho refuerzo en el punto denominado Los Tres Ríos; desgraciadamente la fuerza del coronel Secada, por las dificultades insuperables del camino extraviado que tuvo que recorrer, no pudo llegar sino tres horas después que el enemigo había pasado delante de mi vista. No obstante, creyendo que éste no podría llegar hasta Huamachuco, distante aún cinco leguas y pernoctaría en las inmediaciones, tan luego como llegó el coronel Secada emprendí la marcha en la noche para darle alcance; mas luego supe tanto por algunos paisanos que Gorostiaga en su retirada a Mollepata, tomó forzosamente a su servicio y los puso en libertad ese día, como por un piquete de caballería que mandé en su observación, que nos había divisado el enemigo y seguía a marcha forzada esa misma noche sobre Huamachuco.

    En esta situación viendo que los cuerpos de mi ejército habían quedado en cuadro por las enfermedades y la fuerte deserción y que la fuerza que existía estaba imposibilitada por el cansancio para seguir peregrinando, resolví atacar Huamachuco con los 1.400 hombres que me quedaban, no obstante la superioridad numérica y de condiciones del enemigo, que con el refuerzo recibido debía tener cerca de 2.000 hombres de las tres armas, pues yo contaba en todo caso con la firme resolución de mis soldados leales.

    En efecto, en la madrugada del 8 del presente salí de Los Tres Ríos y llegué a las 8 p. m. por las alturas que están al S.E. de Huamachuco, al mismo tiempo que el jefe superior del Norte, señor Elías, con algunos voluntarios de Santiago de Chuco desplegados en guerrillas, aparecía con gran aparato por las que están al Sur; ordené que el coronel Secada ocupase el cerro denominado Cuyulgo, que domina la población y que el coronel Recavarren flanqueara por la izquierda de ésta envolviendo al enemigo.

    Tan luego como éste se apercibió de nuestra aproximación, en vista de nuestra actitud y a los primeros disparos de nuestra artillería, abandonó la ciudad y corrió a ampararse en el cerro Sazón que está al norte de ésta, y que es una magnífica posición por su altura, su configuración y la multitud de ruinas de antiguos edificios que forman soberbios atrincheramientos, dejando en nuestro poder parte de su caballada, algunos pertrechos y gran cantidad de vestuario, fuera del equipaje de oficiales y equipo de tropa que abandonaron en la precipitación de su fuga; y se habrían visto en la necesidad de aceptar el combate en la ciudad o perder aún su artillería, si no hubiesen tenido la preocupación de conservar sus brigadas en sus respectivos cuarteles.

    Una vez en posesión de dicho cerro, comenzaron a hacer un nutrido fuego de artillería sobre nuestras fuerzas que penetraban y rodeaban la ciudad, trabándose luego un ligero combate de rifle en la falda de sus posiciones, que duró hasta que sobrevino la noche.

    El día 9 dispuse que se recogiera el botín dejado por el enemigo, el que trataba de impedirlo a todo trance haciendo constantemente fuego de artillería y rifle que era contestado por nuestras tropas de caballería que ocupaban la ciudad y también por nuestra artillería sin permitirle descender por un solo instante. Así transcurrió el día en este cambio constante de balas.

    No debiendo prolongar por más tiempo esta situación, resolví asaltar las posiciones enemigas en la madrugada del día siguiente, y una vez acordado el plan de ataque con los comandantes en jefe coroneles Secada y Recavarren e impartidas todas las órdenes, lastimosamente este último jefe me hizo saber a las 9 de la noche que le había sobrevenido una fuerte enfermedad, y que no podía llevar a cabo el ataque acordado para el siguiente día, viéndome en consecuencia obligado a diferirlo para después.

    El 10 a las 6 a. m. desprendió el enemigo una fuerza que venía en son de ataque sobre nuestra derecha, y para contenerla mandé una guerrilla del batallón Junín la que atacó con tal ímpetu al enemigo que lo hizo retroceder. Nuevas fuerzas bajaron sucesivamente del cerro Sazón en protección de los suyos y éstas fueron también arrolladas por los cuerpos ligeros, Junín y Jauja, mandados respectivamente por los coroneles Vizcarra y Luna, que componían la división del coronel Máximo Tafur. El enemigo seguía destacando fuerza y yo hacía lo propio mandado por la derecha la división del capitán de navío Astete, compuesta de los batallones San Jerónimo y Apata mandados por el coronel Gonzáles y el comandante Goyzueta; por el centro la división del coronel Gastó, formada por los batallones Concepción y Marcavalle, mandados por los coroneles Carrión y Crespo y por la izquierda la división del Cáceres con los batallones Tarapacá y Zepita mandados por los coroneles Espinoza y Borgoño; quedando de esa suerte completamente empeñado el combate en el extenso llano que separaba las posiciones enemigas de las nuestras.

    El valor que desplegaron nuestros jefes, oficiales y soldados es superior a todo encomio, haciendo retroceder al enemigo hasta una cadena de lomas que destaca en un costado del Sazón; y cuando el empuje de los nuestros los desalojaba también de estas posiciones, mandé al coronel Recavarren para que con las pequeñas fuerzas que conservaba, diera impulso al ataque, lo que efectuó con bastante brío viéndose el enemigo obligado a refugiarse en sus primitivos y elevados atrincheramientos; viendo el completo éxito obtenido en las cuatro horas de combate transcurridos, ordené que bajara la artillería a colocarse al frente del último baluarte enemigo, lo que verificó el coronel Secada que siempre estuvo a la altura de su deber, y mandé a mis ayudantes a todas direcciones para que detuvieran nuestras fuerzas a fin de que reemplazaran la munición gastada, enviando al efecto a todo el campo las distintas secciones del parque, pero fue imposible contener a muchos de nuestros valientes soldados que enardecidos y alentados por haber hecho retroceder repetidas veces a los chilenos, se lanzaron impremeditadamente sobre el cerro que ellos ocupaban, trepando con firmeza y serenidad a pesar del mortífero fuego que les hacían desde sus atrincheramientos; ya por su retaguardia se esforzaba su caballería en contener a parte de sus infantes que huían en completa dispersión, y los más esforzados de los nuestros casi se confundían en la cima del cerro con sus enemigos, cuando repentinamente retrocedieron desde esa altura gritando ¡municiones! ¡municiones!...

    Quiso la mala suerte que implacablemente nos persigue, que en el momento más preciso cuando iba a coronar la victoria la intrepidez y denuedo de nuestros soldados, se les agotara la munición, y no teniendo bayonetas, tuvieron que retroceder, causando honda impresión en todo el campo que la más horrible confusión siguió luego, e instantáneamente nuestra derrota, sin que los mayores esfuerzos fueran capaces de contenerla. Parte de la caballería enemiga apareció entonces, cortando la retirada a nuestra artillería y nuestros soldados corriendo en todas direcciones sin que mi empeño y el de mi secretario, teniente coronel Florencio Portugal, que fue uno de los últimos en salir del campo, lograran hacerlos concentrar en nuestras antiguas posiciones.

    Triste, muy triste es para el que ama a su patria y ha puesto a su servicio todos sus conatos y toda su vida, verla hundirse de improvisto, desde la altura que la levantara durante la lucha el valor de sus buenos hijos. Pero en medio del revés sufrido, queda a los que han peleado en Huamachuco, la satisfacción; de haber cumplido noblemente con su deber, sacrificándose en defensa de la patria y con la conciencia de que sólo la más manifiesta fatalidad pudo haber sorprendido al enemigo con la victoria en medio mismo de su derrota.

    El general Silva, sin reparar en su elevada clase, pidió el primer día una compañía, que le fue concedida, al mando del mayor López y con ella tomó parte de la caballada enemiga, auxiliado de mis ayudantes Químper y Velarde; y fue el primero que entró a la ciudad, portándose siempre en lo sucesivo con el mayor denuedo, hasta que una bala cortó su existencia; el coronel Leoncio Prado hizo lujo del valor avanzando a la cabeza de los más esforzados y, a pesar de tener rota una pierna y el pecho atravesado, salió del campo para expirar a no lejana distancia del enemigo, y para hacer mención especial de cada uno, basta decir que todos los jefes han rivalizado en valor, señalándose además entre los muertos aunque no hay conocimiento exacto, a los coroneles Astete, Aragonés, Máximo Tafur, Prado y M. E. Luna, los comandantes Goyzueta, Ponce de León y Vila y los sargentos mayores Zavala, Váscones y Ramírez; y habiendo visto heridos a los coroneles Recabarren, Borgoño, Vizcarra y Carrión y a los sargentos mayores López y Gómez sin saber de una manera positiva las demás pérdidas que hayan habido.

    Al recomendar a la consideración del supremo gobierno el digno comportamiento de todos los jefes y oficiales del ejército, debo hacer especial mención del jefe de estado mayor coronel Manuel Tafúr que, sobreponiéndose a su avanzada edad, ha hecho con rigor toda la campaña y tomó a su mando una fuerza para entrar bizarramente a la pelea; de mi secretario privado, teniente coronel F. Portugal que en toda la campaña del Centro ha prestado importantes servicios; los secretarios de la jefatura doctor don Pedro M. Rodríguez, Daniel de los Heros y L. La Fuente; del coronel y teniente coronel de ingenieros Teobaldo Elíspuru y E. de la Combe; de mis ayudantes que han desempeñado satisfactoriamente las más peligrosas comisiones, sargento mayor R. Bentín a quien le mataron el caballo en el fragor del combate; capitán Darío Enríquez que salió herido; Enrique Oppenheimer que murió combatiendo al mando de una compañía; A. Químper y Z. del Vigo y los tenientes Romero, Costa, Velarde; y de mi escolta compuesta de la juventud tarmeña al mando del sargento mayor Daniel Zapatel.

    La tropa que salió del campo sacó sus armas, que quedan en los distintos pueblos del Norte y existe también la mitad del parque y cantidad de armas que no pudieron llegar a Huamachuco por falta de brigadas; así que en aquella zona existen elementos para la organización de nuevas fuerzas.

    Comprendiendo que el deber me llamaba, sin reparar ningún peligro, a vigilar por los intereses de los pueblos de mi jurisdicción, desde el campo del desastre hasta aquí, he venido constantemente atravesando por medio de la línea enemiga, compuesta desde el Norte por la división Gorostiaga, otra división desembarcada probablemente en Casma y que se aproximaba a Huaraz, las fuerzas de Arriagada que contramarcharon de Yungay y que ocupaban de Huallanca a Huánuco, y otras fuerzas que vinieron de Huacho y que se extendían del Cerro de Pasco a Junín, avanzando a Tarma. En el tránsito me he podido librar de las numerosas partidas enviadas en mi persecución y repeler a balazos el asalto que en la noche del 26 sufrí en Tarmatambo y en que casi fui víctima con los pocos que me acompañaban, por un destacamento de caballería que había venido borrando mis pasos y que entró a Tarma al mismo tiempo que yo salía de esta ciudad.

    Una vez aquí en vista de la nueva y fuerte expedición que avanzaba sobre estas provincias, he resuelto retirarme a Ayacucho a organizar los elementos que allí existen y reforzar la división que dejé allí al mando del coronel Dávila, para que el supremo gobierno disponga de ello como tenga por conveniente.

    Dios guarde a V. S.

    ANDRÉS A. CÁCERES

    Al señor Ministro de Estado en el Departamento de Guerra.


    Tomado del blog de Jonatan Saona http://gdp1879.blogspot.com/2012/07/parte-de-caceres.html#ixzz3CAI7VQJd


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    Fuente:
    • Arequipa, Héroes de la guerra del Pacifico de Arturo Santos Mendoza, 
    • LA BATALLA DE HUAMACHUCO Y SUS DESASTRE de Abelardo Gamarra.