Índice

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    Manuel Rodríguez Velásquez (MAROVE) nació  el 15 de mayo de 1928 en el Distrito de Yanahuara, Arequipa, estudió la primaria en la Escuela 952; y secundaria en el Colegio Independencia, egresó de Derecho y estudió hasta el 4to. año de Letras, especialidad Historia en la Universidad Nacional de San Agustín. Con título profesional de Periodista, ejerció esta función,  en el Diario “El Pueblo"en el cuál escribía interesantes artículos acompañados por fotografías que él mismo tomaba, así como dibujos y  caricaturas de su inspiración.

    Fue profesor en el Instituto Superior Bellas Artes Carlos Baca Flor durante 28 años, enseñando dibujo y pintura. Ha sido también profesor de periodismo en la Universidad Católica Santa María de Arequipa. Obtuvo Primer Premio de Periodismo en el Concurso Ulrich Neisser en 1978 y el Primer Premio también de Periodismo en el Concurso Mutual de Vivienda Arequipa en 1987 Y Primer Premio en fotografía en el concurso promovido por el Instituto Peruano Norteamericano. El Municipio de Arequipa le otorgó el Diploma de la ciudad por su labor artística. Para el año de 1996 escribió , "Estampas de Arequipa" un libro como el mismo dijo, (...)dedicado a exaltar los valores espirituales de ese pueblo de caudillos .El libro ofrece una visión de la ciudad antigua, de su escenario ruyral ya pasado y de algunas peculiaridades de sus gentes (...). Dividido en tres partes: Estampas de Arequipa, Estampas de Arequipa Loncca y Estampas Humanas, compartimos este hermoso relato  de las estampas lonccas titulado: "La procesión de las almas y la chismosa", el cual esta salpicado de arequipeñismos.

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    La Procesión de las Almas y la Chismosa

    Era una noche inhumana, tan densa de tinieblas que servia de escondrijo a todas las tristezas. Tan oscura que en el vasto cielo negro parecía que las estrellas no parpadeaban, sino lagrimeaban.

    En la puerta de un cartucho de conventillo, una vieja y tres niños, agrupados cerca de una lumbre que agonizaba en un viejo bracero de sunchos, esperaban que las sombras cerraran sus párpados al sueño.

    - Agüelita - suplicó uno de los pequeños, de pronto - ¡dame pan, tengo hambre!

    - ¿No vis que no hay ni pa’ espelma? - le replicó.

    Insistió otro de los niños. La anciana, hermosa en sus delicadas facciones y arrugas que labraron muchos años de pobreza, miró con profunda pena a sus nietos y apeló a un recurso gastado que la fantasía de las criaturas se encarga de refrescar.

    - Había una vez...

    - ¡Si agüelita, cuéntanos un cuento!

    La calle Lima del Distrito de Yanahuara era antiguamente larga como una tripa. No estaba dividida como ahora por tantas arterias transversales. Y en la esquina que formaba con su plaza principal, existía un cementerio sobre el que se ha construido una serie de residencias modernas.

    Pues en esta calle y en un raccay bastante castigado por el tiempo y los temblores, vivía una señora solterona y hauroqllera que fisgoneaba la vida de los vecinos para después laqlar y laqlar una retahila de chismes a sus amigas del mismo barrio.

    - Sabias - contaba, por ejemplo - anoche se ha venido la Lucila casi en la madrugada, ¿ande te imaginas que ha ido? Parece malimuerta pero es una avispa.

    - ¡Cállate, que te puedes ganar líos! Ya ti’ ha dicho el quequeri del Ramos que no será raro que lleven por tus cuentos ande los jueces.

    Pero la mujer, curiosa hasta los tuétanos, no escuchaba consejos ni advertencias. Y seguía manteniendo permanente guardia podas rendijas de su vetusta puerta y por entre el cortinaje amarillo de tanto sol de su ventana de esqueleto colonial. Con acierto pues se había ganado el apelativo de “La Huaroqllera”.

    Un día se le malogró su reloj “Walthan” y la chismosa estuvo al garete en cuanto al avance del día. Además, agotada por haber lavado un canastón de ropa sucia para hacerse de los frijoles, quedóse profundamente dormida. Y el tiempo avanzó trayendo de la mano a las sombras primero grises de la tarde y después a las sombras negras de la noche.

    Cuando atinó a despertar por una hambre que le acosaba el estómago en su inconsciencia, la chismosa se levanto, aplacó el apetito y apuró una bebida.

    Estaba lista para “su atractiva labor de cuentista”.

    La luna se precipito en el cuartucho, abrazando con su luz fría y acerada. Unos desvencijados muebles y una rústica mesa, proyectando en el suelo una “caprichosa” malla de sombras. Al pie de la ventana, los chilicutos entonaban una serenata batiendo las maracas de sus hélitros.

    La mujer chismosa mi monólogo : ¿Que hora será?..y sacó la cabeza por entre los hierros paralelos .

    - ¿Qué - se pregunto - parece venir una procesión?, escucho rezos y cánticos .

    Se frotó los ojos y repitió la acción .

    Era indudable, se aproximaba un compacto desfile emitiendo plegarias y religiosos himnos .

    - Pero...¿que procesión será? No recuerdo de ninguna para esta fecha y no hay nadie en las puertas de sus casas ¡qué linda novedad tendré para laqlar mañana!

    Y la mujer, con los cinco sentidos alertas, espero impaciente el paso de lo que suponía era un gentío de riguroso luto.

    La débil luz de cirios, así bajo ese inmenso matiz argentado de la luna, apenas si hacían danzar macabramente algunos cuerpos.

    Mas despierta que nunca y convertida toda ella en enormes ojos y oídos observo que la procesión que parecía dirigirse al cementerio de lugar estaba a escasos metros de ella y cuando llego a la altura de su ventana se aproximó quien la presidía: al parecer un hombre cubierto de luto de pies a cabeza y con voz gruesa y autoritaria le dijo:

    - Toma este par de cirios, guárdalos y mañana volveremos por ellos.

    Y la procesión siguió su curso entre murmullos y alabanzas. Rayó el día y canto el gallo “la laqladora" que había tenido un sueño intranquilo, abrió los ojos pesadamente. Repaso mentalmente en lo que tenía que hacer cuando de pronto recordó vivamente lo ocurrido en la noche de su insomnio. Se levanto de un salto de su lecho y abrió el viejo baúl donde guardó las cirios. Pero ¡oh sorpresa de ultratumba!. Allí en el fondo del baúl habían dos ¡fémures!

    La apasionada del cuento y de la chismografía perdió el habla y el apetito. Espero una hora prudente y salió a la calle. Se encaminó hacia la casa parroquial donde suplico una entrevista con el cura.

    Mujer - le sermoneo el ministro de cristo - tu pecado por estar viviendo pendiente de vida ajena te costará caro: esta noche te llevará esa procesión que no es de seres humanos sino de almas, los huesos que guardas habrás de entregarlos y este paso te será fatal.

    La chismosa rompió a llorar, a suplicar perdón y a gritar su arrepentimiento.

    -Padrecito - preguntó entre gimoteos - ¿Cómo puedo salvarme prometiendo no volver a huaroqllar?

    - Hija mía - dijo el cura - solo hay una solución que te puede salvar; reúne a varios niños, a criaturas y cuando las almas te pidan los cirios, pellízcalos para que lloren. Quizá ante sus lágrimas se compadezcan. 


    Era una noche inhumana, tan densa de tinieblas que servía de escondrijo a todas las tristezas. Tan oscura que en el vasto cielo negro parecía que las estrellas no parpadeaban, sino lagrimeaban.

    En la puerta de un cartucho de conventillo, una vieja y tres niños, agrupados cerca de una lumbre que agonizaba en un viejo bracero de sunchos, esperaban que las sombras cerraran sus párpados al sueño.

    - Agüelita - suplicó uno de los pequeños, de pronto - ¡dame pan, tengo entre los hierros paralelos .

    - ¿Qué - se pregunto - parece venir una procesión?, escucho rezos y cánticos .

    Se frotó los ojos y repitió la acción .

    Y la procesión siguió su curso entre murmullos y alabanzas. Rayó el día y canto el gallo “la laqladora" que había tenido un sueño intranquilo, abrió los ojos pesadamente. Repaso mentalmente en lo que tenía que hacer cuando de pronto recordó vivamente lo ocurrido en la noche de su insomnio. Se levanto de un salto de su lecho y abrió el viejo baúl donde guardó las cirios. Pero ¡oh sorpresa de ultratumba!. Allí en el fondo del baúl habían dos ¡fémures!


    La apasionada del cuento y de la chismografía perdió el habla y el apetito. Espero una hora prudente y salió a la calle. Se encaminó hacia la casa parroquial donde suplico una entrevista con el cura.

    Mujer - le sermoneo el ministro de cristo - tu pecado por estar viviendo pendiente de vida ajena te costará caro: esta noche te llevará esa procesión que no es de seres humanos sino de almas, los huesos que guardas habrás de entregarlos y este paso te será fatal.

    La chismosa rompió a llorar, a suplicar perdón y a gritar su arrepentimiento.

    -Padrecito - preguntó entre gimoteos - ¿cómo puedo salvarme prometiendo no volver a huaroqllar?

    - Hija mía - dijo el cura - solo hay una solución que te puede salvar; reúne a varios niños, a crituras y cuando las almas te pidan los cirios, pellízcalos para que lloren. Quizá ante sus lágrimas se compadezcan. 

    Con la bendición del párroco, entre hipeos y llanto, y una amargura que le destrozaba el corazón, partió la pobre y arrepentida mujer.

    Esa noche crucial fue ella llanto, incontenible pánico que le hicieron erizar los pelos. Se rodeó de imágenes santos en estampa y bulto y de un grupo de criaturas que dormían bien acolpachadas.

    Castañetearon atrozmente sus dientes cuando una figura vestida de oscuro y recortada contra la Luna inmensa y que salió de la procesión le pidió con voz gangosa: ¡Devuélveme los cirios que anoche te deje!

    Sobreponiéndose al miedo, la pobre mujer pellizcó a los niños al tiempo que entregaba la osamenta se formó una gritería de padre y señor mío en el cuartucho. Era de conmover el correr de lágrimas por los rostros inocentes.

    - ¡Agradece a esas criaturas habló el espíritu!, pues de lo contrario marcharías conmigo.

    Recogió los dos fémures, se integró a la procesión y todo el grupo, entre murmullos de rezos y cánticos, se perdió en dirección al camposanto de Yanahuara.

    La chismosa calmó a los pequeños, los besó y acarició. Y volviendo a abrigarlos con frazadas y chactándolos contra su pecho, los hizo dormir. Ella elevó oraciones postrada de hinojos, derramando muchas lágrimas mientras que afuera los chilicutos volvían a instrumentar la música do sus hélitros.

    El despertar del día siguiente nunca fue tan hermoso para la mujer do esta historia. Comprendió que la vida es bella y subyugante aún en la pobreza y que existe tal enjambre de pequeñas pero bellas realidades Observó como por primera vez en su existencia, como temblaba una lágrima de rocío entre los pétalos de una rosa y como entre esmeralda follaje susurraba en su amén una palomita rabiblanca.

    Fue desde entonces - cuenta la historia - un modelo de vecina y de mujer generosa y dechada de virtudes hasta el día aquel - muy lamentado por cierto - en que Dios le dijo con dulzura: ¡sígueme!

    La vieja una hermosa abuela de pelo blanco y una maraña de arrugas labrada en su rostro por el tiempo, miró a sus tres nietos con melancolía Habían quedado dormidos.

    La anciana sonrió con una conmovedora amargura porque con la fantasía había llenado los estómagos vacíos de los niños que en cierto momento asustados por el relato y el lúgubre grito del pacpaco, se habían arrimado a su cuerpo débil. Antes de acostarlos, beso sus frentes y bendijo sus destinos.

    Yo era uno de estos niños.

    MAROVE, Estampas de Arequipa 1996.

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    Fotografía de Portada: Recorte fotográfico coloreado digitalmente que muestra un rincón de Yanahuara. Base fotográfica: Diario Limeño ,La Crónica del 09 de Octubre de 1927.

    Arequipeñismos utilizados: Diccionario de Arequipeñismos , Juan Guillermo Carpio Muñoz.













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