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    En los años 70 del siglo pasado, para ser preciso en 1972, Don Tomás G. Vizcarra Carbajal, redactó un libro cargado de nostalgia y significado arequipeñista, conformado por cuentos, dichos y leyendas y datos históricos, "Arequipa en mi recuerdo", a continuación les presentamos uno de sus pequeños relatos, al cual tituló   ¡OJO DE PATO!  Dicho arequipeño. 

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    ¡OJO DE PATO!.. .

    Dicho Arequipeño.


    ¿Qué no tienen decís, señora? ¡Vaya! error! Líneas abajo, a renglones de rigurosa introducción, os referiré con comas, puntos y comas y demás garabatos de la puntuación, cuanto ayer me contó un amigo de mucho fuste en el "Monaco" —una cafetería para la gente bien donde acuden personajes de cuello duro, a lo "Cayro”, o en su defecto, pelucones, a lo "beatle"' y rubias morenas de garzos ojos con sus tentadoras micro- faldas—, mientras apurábamos, gota a gota, cual avarientos lapidarios, un café "exprés".. . El dicho, una vez que me fue referido, me hizo reír a grandes carcajadas, y tanto, que unos graves caballeros, dejando sus suculentos aperitivos, me miraron estupefactos... Leed pues, señora mía, y os convenceréis del mucho meollo que Dios tuvo a bien darnos a los hijos del Misti.
    Así comenzó mi amigo:

    Hace poco tiempo que los multimillonarios del mundo de las finanzas, se dieron cita en el Waldorf Astoria de Nueva York, el hotel más lujoso y caro del planeta. Allí estaban, cómodamente instalados en mullidos sillones: Eugene Johnson, Peter Pall, Michael Evans, Aristóteles Onassis —el feliz esposo de la bella Jackie Kennedy—, Edwa,rd Robinson, Nelson Rockefeller y otros magnates de los dólares y la riqueza.,.

    El presidente de la asamblea se incorporó ceremoniosamente y todo sonriente, fue preguntando a los comensales cuáles habían si¬do sus empresas financieras.

    Se levantó Mr. Eugene Johnson y se explicó lacónicamente de esta manera:
    —Yo, señores, puse en marcha una línea aérea y gané solamente diez millones de dólares en este año.

    Aplausos generales. ¡Ojo de lince! ¡Oh! ¡Oh! ¡Ojo de lince! ¡Bravo! ¡Ójo de lince! —dijeron los millonarios—.

    A continuación siguió, eufórico de satis¬facción, Mr. Peter Pall y dijo:

    —Amigos, fue tal mi visión para los negocios, que exploté varios yacimientos petrolíferos en la lejana Arabia. Esto, señores, me dio la pequeña ganancia de quince millones de dólares. Poca cosa, ¿verdad?

    ¡Bravo! ¡Bravo! —corearon los circunstantes, batiendo frenéticamente las manos—.
    ¡Ojo de águila! ¡Oh! ¡Ojo de águila! Buen olfato, Mr. Pall, buen olfato. ¡Ojo de águila! ¡Ojo de águila! ¡Bravo!

    Seguidamente, a continuación, los restantes fueron narrando sus pingües negocios y ganancias, y cada vez repetían los millonarios: ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Ojo de águila! ¡Ojo de lince! ¡Bravo! ¡Oh! ¡Oh!... ¡Bravo!

    Cuando terminaron los gringos allí reunidos de manifestar sus proezas pecuniarias, se levantó el presidente y haciendo uso de la palabra se explicó así:

    —Señores —subrayó en tono oratorio—, tengo el gran honor y la gratísima complacencia de presentaros a un nuevo rico sudamericano, un excelente latino, expresidente de una "pobre” república hermana nuestra, pero muy rica en recursos y posibilidades, el señor... El os contará el origen de su fabulosa fortuna. Adelante, pasad, señor, que vuestra es la tribuna.

    Al instante se levantó de su sillón el personaje aludido y medio cojeando y apoyándose trabajosamente en su bastón de puño de oro, se despabiló así:

    —Yo entregué un rico yacimiento minero del Sur de mi país a una empresa norteamericana y gané en nombre de mi Patria un pequeño porcentaje, a más de otra pingüe utilidad que succioné a nuestro querido y riquísimo Aristóteles Onassis, aquí presente, por pescar ilícitamente en las aguas territoriales, dentro de las doscientas millas marítimas que mi país reclama con justicia para sí ; además, muy señores míos, no me faltaron otras oportunidades para engrosar mi fortuna personal, que bien las aproveché... Esto, como bien comprendéis, me ha dejado en el bolsillo y en los bancos de la noble Suiza, cincuenta millones de dólares. Soy, pues, a no dudarlo, continuó el orador, tan rico como vosotros.

    Pero, señor, preguntó uno de los millonarios, ¿y vuestro pueblo?

    —Eso, respondió el personaje, no me interesa ; lo importante, acaso lo que más cuenta para mí, es mi bolsillo.

    —¡Bravo! ¡Oh! ¡Oh! ¡Bravo! ¡Bravo!, dijeron los gringos. ¡Ojo de pato! ¡Bravo! ¡Ojo de pato!, y aplaudieron a rabiar.

    Finiquitados los aplausos el recién presentado agradeció graciosamente las alabanzas y muestras de afecto, empero se quedó pensando porqué le habían dicho "ojo de pato” y no ojo de águila u ojo de lince, como a los otros.

    Terminada la reunión y ya en el ascensor, feliz, preguntó al ascensorista qué significaba aquello de "Ojo de pato”. El muchacho, que era latino, le explicó entonces:

    —Estos gringos brutos, que atropellan el español, le han querido decir "hijo de pu...” y no otra cosa, señor.

    Ya podéis imaginaros, señora, cómo quedaría de avergonzado y malhumorado el tal caballero, pues él, pensando que le hacían un gran honor, una sincera manifestación de afecto, había agradecido, repetidas veces, cuando escuchó: ¡Ojo de pato! ¡Oh! ¡Oh! ¡Bravo!... ¡Ojo de pato!


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