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    LUNES SANTO


    Lunes Santo. Santa Marta con su torre de 1857, su cruz misionera debajo y sus sonoras campanas que ya saben de la ascensión a los cielos por más de medio siglo que le asaetean con sus repiques mañaneros y sus plegarias largas.


    La plazoleta moderna con gras y el Neptuno de mármol que gusta de áureo lar se de luna mientras vierte la fresca lluvia en el tazón. Su tridente es un desafío a las nubes que no quieren enredarse en el él y galopan desenfrenadas.


    A las 21, las campanas suspiran la plegarla que se cuelga en las nubes, unas tras otras y la Luna cercana al plenilunio juega a la “abuelita” con ellas.


    5.000 cabezas humanas forman un compacto gentío que se aprieta en la noche. Avanzan dos largas hileras de luces en perfecto orden, abriendo calle para ellas. la policía luce sus galones.


    Luego llega San Juan después de una peregrinación de 4 horas por las calles céntricas y por la plaza de armas donde es regia, soberbia la procesión.







    Después Jesús Nazareno, con sus ojos de infinito dolor, levantados al Cielo, con su rodilla en tierra sostiene la pesada Cruz de los pecados humanos que destroza sus hombros divinos y delicados.


    Luego un Miserere majestuoso y solemne acalla el murmuro de la gente, es la plegarla del hombre, es su voz con movida ante el dolor infinito del Mártir. Se me figura ver al Santo Profeta tras el Arca de la Alianza entonando los salmos.


    Todos los hombres de todas las edades han descubierto su cabeza para entonar el himno que proclama al Dios misericordioso y le invoca en favor del hombre hijo suyo.


    ¡Miserere Nobis, Misericordia Señor! ¡Misericordia Dios mío!



    El hombre  llama a su Dios compasivo que perdonó hasta en el momento mismo en que lo asesinaban.


    Inmediatamente después, sobre un calvario de Margaritas que perfuman todo el ambiente majestuoso, la cruz de la cual pende el Señor de la Caridad Perfectísimo con los brazos extendidos abrazando la noche y en ella a ésta porción del género humano que no se postra ante el por no tener donde. Se apretuja más muchedumbre y las luces de las andas son pálidas plegarias que se alargan a los pies del Divino Cordero Conmueve el corazón mas endurecido y hay deseos de gritarle con San Francisco Javier:


    “Tú me mueves Señor; muéveme el verte clavado en una Cruz y escarnecido".


    Millares de ojos son otras tantas estrellas pendientes del Señor que devuelven sus plegarlas con delicados pétalos de los muchos que forman una montaña perfumada sobre sus divinos hombros. Delante del atrio se vuelve a su pueblo, a la plaza, bendiciendo. 


    En su pecho, la herida del costado es un rubí centellante y asciende al calvario del atrio hasta perderse tras el portón abierto. 


    No hay un murmullo no se mueve una brisa. Parece haber pasado la muerte sobre ese mar de cabezas que sin embargo, miran y respiran...


    Neptuno, la deidad pagana se avergüenza. no se rebosa de Luna porque una nube le oculta y el Misti majestuoso. empinándose sobre el campanario ofrece un aspecto fantástico, parece de cristales, con un cinturón de nubes albo de nieve que reverbera y con un penacho en forma de dosel, tan blanco como las margaritas del Crucificado.


    Continúa la doble hilera  de luces y allá lejos, sola, dolorosa y enlutada avanza la pálida belleza de María. Quiere borrar las huellas de su hijo, quiere recogedlos perfumes del Mártir y mover el corazón de todas las madres que se esfuerzan en comprender el suyo.





    También asciende el calvario del atrio. También se pierde en el portón abierto y el techo del templo se levanta en un Miserere que hace eco en la plaza.


    Después, los racimos humanos que hay en las ventanas, se desgranan y se desbordan cuatro ríos por las cuatro avenidas. Otro río de gente afluye al templo que ya no cabe más. Un cuarto de hora más, la plaza silenciosa vuelve a su común tranquilidad. Dos horas más y pasa el Lunes Santo a engaitarse al anterior, que fue lo mismo y a esperar al venidero, que... ¿Quién sabe quiénes lo verán?...



    Hortensia Málaga de Cornejo Bouroncle, Arequipa, 1934.



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    Fuente:

    • Texto en el Diario El Deber, del 31 de marzo de 1934.
    • Imagen de portada , Plaza España  alrededor de los años 30, fotografía coloreada digitalmente.