(*Arequipa 1814 - †Arequipa, 2 de mayo de 1871).
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Nació en Arequipa en 1814, cuando estallaba la revolución capitaneada por Pumacahua, fueron sus padres Juan Manuel Castillo e Isidora Vizcarra. Estudió en el Colegio Nacional de la Independencia Americana, y su maestro fue el voluntarioso deán Valdivia. Devino burócrata y desempeñó un puesto administrativo en la aduana de Islay. Se Casó con Isabel Quintanilla el 18 de abril de 1842 en la parroquia de Santa Marta. Con ella tuvo varios hijos: Manuel Bernardo, Feliciana Segunda, Manuel Isidoro, Francisco Reinaldo, María Manuela y Gavina Francisca Castillo Quintanilla.
Fue partidario de Felipe Santiago Salaverry, cuando éste peleó contra el mariscal Andrés de Santa Cruz, allá por 1836. Con el advenimiento de la Confederación Perú-Boliviana, fue desterrado a Chiquitos, en Puno, por un Consejo de Guerra; pero, debido al doctor José de Rivero, no se cumplió la orden. Poco después se apartó del caos político para dedicarse a una vida apacible y contemplativa.
La vida de Manuel Castillo estuvo constantemente consagrada al cumplimiento de sus deberes de empleado en las oficinas de hacienda, en la que llegó a ser jefe de contabilidad, habiéndolo conquistado grado a grado. Caído el gobierno que dio a la América el 2 de mayo, s retiró del servicio tras largos años de incesante trabajo.
Dedicado al hogar se convierte en un buen esposo y un mejor
padre de alegres hijos, aunque la parca se los va quitando uno tras otro.
Alejado del cambiante y aristado terreno de la política republicana, en su
labor poética, entregábase a la paciente configuración de las formas épicas de
la vida. Su primera inspiración fue sobre la tumba del poeta Melgar.
Francisco Mostajo dice que Castillo era “lírico por esencia”, pero que se empeñó por ser épico. La verdad es que la poesía de Castillo resume ambas formas, sobresaliendo la última, como es de verse a través de toda su obra, la misma que llena en la vida del autor varios lustros de exaltación poética.
De acuerdo con Oscar Silva, a quien seguimos, Castillo es
el más grande poeta de su generación. Recién con Castillo la poesía arequipeña
entra en un camino serio y definible. Su abundante producción poética lo revela
superior a sus coetáneos Domingo Pérez, Mariano Zans y el chocarrero Cipriano
Cano. Se le considera por ello el representante más alto de la poesía de su
tiempo y el maestro de las generaciones de poetas que lo siguen hasta el año
1858 aproximadamente. Su poesía lleva el sello inconfundible de su carácter
personal: la serenidad.
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Ricardo Palma lo recuerda en “La bohemia de mi tiempo” entre los escritores que “empezaban a peinar canas" y al lado de Pardo y Aliaga, Segura, Manuel Ferreyros, José María Seguin e Ignacio Noboa. Cuando habla de la tertulia de Miguel del Carpió, dice que allí conoció a Castillo y lo trató y apunta que era “un vate tan incorrecto como sentimental”.
Palma también escribió sobre Manuel Castillo:
"No te queremos abatido sino vigorizado por nobles creencias, por el amor a lo bello y lo grande. Cantaste al Misti y tu inspiración rayo en lo sublime; porque la naturaleza y no el escepticismo era tu musa. La américa necesita de cantores que como tu sepan llenar el sacerdocio civilizador encomendado a la poesía y tu genio nos hace esperar que el porvenir te reserva espléndidos laureles, si despertando tu lira de sopor que la embarga, quieres arrancar de ella nuevas y deliciosas armonías".
No hubo cenáculo más atractivo en la época de Castillo que
el reunido en la casa del destacado jurista y político Miguel del Carpió
Melgar. En efecto, su casa era punto de reunión de numerosos bohemios;
Corpancho, Mansilla, García, Camacho, Arguedas Prada, Bonifaz, Fernández,
Pastor, Sánchez Silva y Palma, junto con los ya maduros y renombrados literatos
Ignacio Noboa y Manuel Castillo, así como el joven poeta Aníbal Víctor de la
Torre, entre otros, eran de los más asiduos.
No es posible precisar cuándo conoció Castillo a Carpió y
empezó a frecuentar su casa. Seguramente fue uno de los primeros bohemios que
gozaron de su hospitalidad y consejo. En todo caso, Castillo se contó entre los
más favorecidos por la amistad de Carpió, a quien muchos bohemios debían
gratitud. Es el caso de Ricardo Palma, quien mantuvo una cordial relación con
Castillo, bastante mayor que él. Le dedicó la poesía “Jerusalén”, así
como un público elogio a cierta composición en 1853, pero un año después se vio
envuelto en escandalosa polémica propia de su amigo, incidente que de seguro
olvidó pues en 1856 acogió a Palma en su casa de Islay, donde era contador de
la aduana.
En verdad, poco se sabe de su estadía en Lima, a no ser que frecuentó la tertulia de Miguel del Carpió, junto a otros arequipeños. Sus poesías, algunas salieron en El Comercio y otros periódicos de la época.
Su “Oda al Misti”, de la cual dijo el tradicionalista limeño, ponía a descubierto la magnitud del vate arequipeño, pertenecía a esa índole de poesía altamente lírica. Su canto “A Arequipa” lo comprueba. Ahora bien, ante la intentona española de reconquistar sus perdidas colonias de América, Castillo escribe su “Canto al Dos de Mayo de 1866”. Castillo es además el autor de una crónica versificada muy original del primer viaje en ferrocarril entre Arequipa y Mollendo.
Poeta que siguió la corriente romántica, el romanticismo estuvo presente en él de forma innata, entre sus composiciones mas importantes están: En la tumba de mis hijas, Canto al Misti, y el canto al Paraguay.
Pero Castillo no solamente ha sido el cantor
sublime del Misti, o del Dos de Mayo, o del heroísmo del pueblo paraguayo en
guerra fratricida contra sus tres vecinos poderosos, o el poeta contemplativo
frente a la “estatua del tiempo”, sino que también fue melgariano, hacedor de
yaravíes.´
Yaraví en la Lira Arequipeña.
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Castillo volvió a salir de su suelo querido, se fue a Lima, y allá murió en 1871. Arequipeño ilustre, es una de las figuras más representativas de nuestro parnaso. En la “Lira Arequipeña" que editó Manuel Rafael Valdivia en 1889, se encuentra publicada parte de su producción poética.
En "La Bolsa" y "El Deber", del lunes 16 de noviembre de 1914 se dio cuenta del Homenaje de la Confederación de Estudiantes a los ilustres arequipeños Mateo Paz Soldán y Manuel Castillo, en el primer centenario de su nacimiento. Según se indica, dicho acto se celebró en el salón de la Universidad el sábado 14 de noviembre a las 3 p.m. con asistencia de los Colegios de Instrucción Media y de las Escuelas Fiscales, presidiendo el acto el prefecto del departamento J. M. Rodríguez del Riego.
Recorte del Diario El Deber 14 de noviembre de 1914.
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Castillo era arequipeño, y no podía dejar de cantar los recuerdos , la gloria y las tristezas de su tierra, no podía dejar de saludar al coloso que desde niño contemplo, cultivo las ciencias y las letras, afiliado al gobierno de Salaverry, peleo contra la confederación del general Santa Cruz, en 1869 publicó "Sud Americanos" y su "Canto a Arequipa".
Murió en el año de 1871, el 2 de mayo día del aniversario del glorioso combate.
...... la América toda le llora . La gloria que durante su vida , le guiara por el áspero sendero que recorre el genio, se levanta ya sobre su tumba entonando el himno sublime de la inmortalidad. (Jorge Polar).
Su retrato se puede apreciar en la galería de arequipeños ilustres del Museo Histórico Municipal "Guillemro Zegarra Meneses" en Arequipa.
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Manuel Castillo.- Cantor del 2 de Mayo como Althaus y Villarán, fué arequipeño como Bonifaz, y nació en 1814. Discípulo del famoso Deán Valdivia, abrazó el partido de Salaverry ; y Santa Cruz pretendió desterrarlo a Chiquitos. Como poeta, dice Javier Prado, gozó en sus tiempos de alto y merecido prestigio, y en tierras extranjeras se le recuerda aún con gratitud por su sentida oda al Paraguay. Se recitan todavía aquellas sus quintillas que dicen:
Blancas palomas que fueron
el encanto de su nido,
apenas alas tuvieron
cuando ya el vuelo emprendieron
al éter desconocido.
Mucho mayor que Villarán y que Palma, no fue de aquella "bohemia" evocada por el autor de "Tradiciones"; y Acisclo nos lo perfila :
Con un lenguaje sencillo
al poeta de más brillo
ahora quiero recordar.
Estrofas tiene Castillo
de belleza qué admirar.
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Los "Retratos a Pluma" de Acisclo Villarán. R ENRIQUE D. TOVAR y R.
Fuentes:
*SANTIAGO Martínez. Arequipeños ilustres. Arequipa 1938.
*MANUEL Rafael Valdivia. Lira Arequipeña, colección de las más selectas poesías de los vates antiguos y modernos. Arequipa 1889.
*MARIO ROMMEL ARCE. Arequipeños que Hicieron Historia. Arequipa 2007.
*Diarios el Deber y La Bolsa del 14 de noviembre de 1914.