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    Nació en Arequipa el 3 de junio de 1799 en el seno de una familia elevada cuyos hijos excepto él, alcanzaron todos alto nombre y cómoda posición social.


    Sus padres fueron,  Blas Quiroz Santisteban, natural de Majes y de doña Antonia Luzgarda Nieto y Zapata (otras fuentes señalan Zapater) natural de Moquegua, sus  hermanos fueron el general Anselmo Quiroz , un militante condecorado con las medallas de Junín y Ayacucho y Francisco Quiroz, prócer de la independencia del Perú y Mariano Santos Quiróz, abogado y político arequipeño.


    Se bautizó en la Parroquia de el Sagrario el 3 de junio de 1799 ,  con el nombre de Fernando Ángel Marcelino Quiros Nieto.

    Partida de Bautizo.

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    Casona Quiroz en Arequipa. 1940.

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    Sus primeros estudios apenas alcanzaron a los que hace un niño de nuestros días en una escuela elemental. Había llegado una época en que se necesitaba de otra educación que la que daba mezquinamente la España a sus colonias. Era la educación de la libertad lo que faltaba.


    Quiroz la recibió muy sólida. Apenas contaba con doce años de edad cuando tuvo conocimiento del triunfo obtenido por las armas insurgentes mandadas por Belgrano en Tucumán. En ese tiempo empezaba sus estudios en San Jerónimo de Arequipa. Su instintivo amor a la libertad lo hizo maldecir a gritos al gobierno español. El resultado fue el ejemplar castigo que recibió.


    En 1814, a la entrada del general español Ramírez en Arequipa, Quiroz huyo al Cuzco para tomar las armas en defensa de la libertad. En 1821 cayó preso por haber intentado pasarse a las filas del ejército libertador de San Martín, y más tarde lo habría hecho, si una grave enfermedad no se lo hubiera impedido.


    En octubre de 1848, "impelido" por los numerosos pleitos judiciales que sostenía por obligaciones pecuniarias, resolvió abrir una suscripción para la publicación en libro de todas las poesías que hasta entonces había publicado en la prensa. El anuncio no hizo más que provocar la burla de sus gratuitos enemigos, entre ellos un mozuelo Ricardo Palma, mediante punzantes comunicados publicados en los periódicos "El Correo" y "El Comercio". Lo motejarían de "cínico inmundo, mendigo del crimen" y "Diógenes".


    Una mañana del 28 de septiembre de 1862, una curiosa muchedumbre se agolpaba en largo cáliz de dolor. ¡Pocas existencias más desgraciadas! En la puerta de una miserable habitación en una de las calles menos frecuentadas de Lima, en la cual no se encontraba sino unos cuantos libros, un candelero y un cajón. Dentro de él se encontraba el cadáver de un hombre. Era el de Ángel Fernando Quiroz, que había pasado a mejor vida. Según la crónica de su deceso, la dueña de la casa en que se ubicaba la humilde habitación que Quirós alquilaba, intrigada porque la puerta no estaba abierta a la hora de costumbre, la golpeó fuertemente y al no recibir respuesta la hizo forzar, encontrándose con el cadáver.


    Conocida la noticia de su muerte, Juan Espinosa e Ignacio Novoa le dedicaron sentidos artículos en “El Comercio”. “El Soldado de los Andes”, al concluir su escrito, diría: “Así ha vivido 66 años este nuevo Diógenes, cuyo original se ha perdido para el mundo, quien sabe por cuantos siglos”.

    Del mismo modo varios de sus amigos abrieron suscripciones, tanto para un nicho perpetuo en el cementerio general, como para una corona literaria. Esta última fue abierta por González Vigil, Mariátegui y el coronel Zegarra. 


    Grabado.

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    Hay quienes lo han llamado loco; otros, poeta incomparable; algunos, crítico severo de genio profundo; muchos, gran republicano, siempre virtuoso y siempre patriota; y no pocos una entidad indefinible simplemente.


    Cualquiera que haya sido el juicio de sus contemporáneos, cualesquiera que hayan sido los defectos de sus obras, se juzga que realmente era un poeta.


    Entre sus numerosas composiciones poéticas, se notan más de veinticinco mil sonetos, entre los cuales hay algunos incomparables. La principal colección de sus poemas, son los “Delirios de un loco".



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    LA VIDA DEL HOMBRE O LA MIA (1848)


    Nací, lloré... ¡oh infancia lastimosa!

    Tuve razón, crecieron mis dolores.

    Pasó la juventud, fueron mayores;

    Horrendos hoy... ¡oh suerte desastrosa!

    ¿Qué será en la vejez lánguida, odiosa?

    Me estremezco pensando en sus horrores

    Después de haber sufrido los rigores

    De una agonía lenta y dolorosa:

    ¿Con qué es la pena el precio de la vida?

    ¿Es este el don que se defiende tanto?

    ¡Oh ilusión del hombre fementida!

    ¡Fatal origen de aflicción y llanto!

    Prefiero a mi existencia dolorida

    La muerte que al viviente causa espanto.




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    [...] Era, por decir, un filósofo y poeta callejero, desaliñado y trajinado, sombrío como la Lima de entonces. Se le veía con sus pliegos trazando letras a sus versos en cualquier plaza, entre los empedrados jirones o frente al Rímac murmurador.

    En otros lares, el poeta callejero hubiera sido un laureado genio de las letras, pero a Quirós solo le hacía falta el café de Bodegones y la solitaria farra de su pluma.

    Sus poemas, cuenta Ricardo Palma, dieron para la sátira y la burla de los bohemios de esta coronada villa. No obstante, ninguno de ellos tuvo la inspiración y la avidez de su talento. Fue Palma uno de sus velados críticos y fue éste quien apuntó alguna vez: “Vaya que me ha puesto Don Angelito (Quirós) con un humor de perros. No hay día en que no regale a los lectores de El Comercio por lo menos con dos sonetos, pero ¡Qué sonetos!, de aquellos que se elaboran a marcha martillo…” En otro momento festejará algunos de sus poemas.

    Desde luego Quirós se defendió y castigó las ofensas con versos de buen calibre. Claro que, incomprendido en su tiempo, ignorado como los páramos, solo tenía por esperanza el porvenir. Bueno, ya saben la historia o, mejor, no la saben porque hasta hoy ignoraban de la vida y milagros de este señor. Y es que Ángel Fernando de Quirós abandonó el mundo entre brumas, sin legado ni memoria, sin familia ni patrimonio, sin la herencia de la escuela y el renombre.

    No dejaremos al buen Quirós sin presentación, aquí algunos de sus versos:

    “Quise ser el primero en este mundo/ Describir de los cielos la excelencia/ y bajar como un rayo hasta el profundo:/incienso arrancar por mi alta ciencia/ y hoy en miseria espantosa me hundo/ y sufro de muchachos la insolencia”.

    El poeta expresa su desolación frente a la crítica burda y sustantivamente injusta. Su obra (¿Fue publicada?) “Delirios de un loco” hilvana versos que denotan la precariedad de su existencia:

    “No aumentes, noche, mi dolor y espanto,/ no me destrones con fiereza impía/¿A qué la imagen de la patria mía/ y de otro el perennal encanto?/¿Por qué no cubres con tu negro manto/las raras dichas que obtener creía/ y te deleitas en herirme hoy día/ llevando al colmo mi pesar y llanto?/¿Por qué no cortas de mi vida el hilo/ y me sepultas en tu horrendo seno/ antes que muera de la espada al filo?/ Pues a toda hora sin descanso peno,/sin esperanzas de dichoso asilo,/tragando a mares infernal veneno”[...]  El poeta callejero del siglo XIX. Raúl Mendoza Cánepa. Diario EL COMERCIO.




    El Diógenes peruano (Ángel Fernando Quirós). MUSEO DE ARTE DE LIMA.


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    Fuentes:
    • La Lira arequipeña. Reedición  de la publicación de 1889. Artemio Peraltilla Diaz. 1972.
    • https://elcomercio.pe/blog/tallerdehistorias/2014/09/el-poeta-callejero-del-siglo-xix
    • http://walh16.blogspot.com/2020/09/diogenes-del-nuevo-mundo-angel-fernando.html
    • https://www.familysearch.org