San Lunes en Arequipa: Tradición, Oficio y Sabor
El "Lunes Zapatero" en Arequipa: Tradición, Oficio y Sabor
El "lunes zapatero" es una costumbre histórica que marcó el ritmo de vida de los artesanos en el Perú, y en especial en la ciudad de Arequipa. Tradicionalmente, este día era el descanso semanal de los zapateros y otros oficios manuales, quienes solían trabajar intensamente el domingo para atender a la clientela y, como compensación, se tomaban el lunes libre. Esta práctica se extendió a otros gremios artesanales como carpinteros, talabarteros, relojeros, sastres, funebreros, mecánicos, torneros y ojalateros, convirtiendo el lunes en un día especial para la comunidad trabajadora de la ciudad. En Arequipa solo se le acredita a los zapateros, aunque en son de broma cuando otros trabajadores faltan un día lunes se les llama burlonamente "zapateros".
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El lunes y las picanterías arequipeñas
En Arequipa, el lunes era un día particularmente especial para los artesanos, quienes acudían a las tradicionales picanterías para compartir y recuperarse de la jornada dominical. Las picanterías, emblemáticas en la cultura local desde el siglo XVI, se convirtieron en el punto de encuentro de los trabajadores, donde no solo se disfrutaba de la mejor chicha, sino también de platos emblemáticos preparados especialmente para ese día.
Uno de los platos más representativos del "lunes zapatero" era la matasquita, un contundente plato típico hecho de carne preparado con el concho de chicha, papas, verduras y hierbas aromáticas, ideal para reponer energías tras la resaca del domingo. [...]Este plato, rápido y sustancioso, se servía en picanterías famosas, como las de Sachaca, cerca de la ronda Marcarani, un poco alejadas del centro urbano pero con el atractivo de un impresionante paisaje campestre.[...] José Diaz en Ccalas y Lonccos.
[...] Algo recuerdo del 'lunes zapatero', alguna vez en los primeros años de trabajo, fuimos a almorzar chaqu'e donde "la pelleja" en calle Francisco Mostajo en Yanahuara, mis compañeros mayores que yo mencionaron el lunes zapatero. Después se me fue perdiendo en el tiempo[...]. Erik Prado en Ccalas y Lonccos.
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Allí, además de la matasquita, se ofrecía el chaque de tripas tradicional chupe del día lunes, acompañado del salpicón de lechuga, servido a las seis de la tarde, hora tardía que respondía al ritmo pausado y festivo de los artesanos tras el fin de semana.
Tan popular fue este chupe que hasta canción tuvo, este fue inmortalizado en la marinera arequipeña interpretada en las entrañables voces de los Hermanos Neves Bengoa.
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Un lunes de tradición y camaradería
El "lunes zapatero" no era solo un día de descanso. Era una jornada de encuentro, camaradería y celebración, donde los oficios tradicionales encontraban un espacio para compartir anécdotas, sabores y paisajes. En las picanterías de antaño tenía un sabor especial: era sinónimo de buena comida, de reencuentro con los amigos y de orgullo por el trabajo bien hecho.
Esta costumbre, profundamente arraigada en la cultura arequipeña, reflejaba la importancia de los gremios artesanales y su influencia en la identidad colectiva de la ciudad. Platos típicos como la matasquita o el chaque de tripas no eran solo parte del menú, sino verdaderos símbolos de fraternidad entre los trabajadores.
Hoy, aunque la tradición ha perdido fuerza debido a la modernización y los cambios en los hábitos laborales, el "lunes zapatero" sigue vivo en la memoria colectiva y en la gastronomía local. Es un recordatorio del valor del descanso, del trabajo compartido y de la celebración comunitaria.
San Lunes
¡Señora! sírvame usted un doble,
que tengo mucho apetito,
quiero comer la matasca, con la zarzita e' patas,
estofau con arroz,
luego cau cau con loritos.
Tráigame usted papas con tomate, aceite y sal,
rocoto que este bien picante
pa' hacer un escribano.
¡Quiero brindar con mi hermano1..
un cogollo e chicha
pero grande , y también con su cerveza.
Hemos comiu muy bien, ¡Ay caray!
ahora es cuando procede tomar su buen bajamar...
pero que sea trago genuino,
porque sabe mejor que el vino.
Lunes de La Capitana , La Josefa , El Yaraví,
con mesas que tienen nombre ,
que suenan como campanas :
los chomberos, los cachudos,
los doctores, los conchudos. jajajaja
¡Ahí pue! existe democracia,
¡ahí es pue! donde se desborda gracia.
el arequipeño nato,
ahí se come barato,
se bebe con elegancia
y nos dan liebre, en vez de gato.
Eh gustau tus potajes ,
me he cobijau en tu chicha
y estoy viendo con desdicha
que te están cambiando trajes.
Yo te brindo pleitesía
sabiéndote sana y buena
no quiero quedar con pena,
creyéndote casquivana,
pero más espero que mañana,
tengáis más feligresía.
Pedro Emilio Zuzunaga
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Como muchas tradiciones con raíces católicas, el "lunes zapatero" tiene varias versiones sobre su origen. Una de las más interesantes es un cuento proveniente de España: fue escrito en 1890 por don José Zahonero de Robles y Díaz (Ávila, 1853 – Madrid, 1931), escritor y periodista español, representante del naturalismo. A continuación, la compartimos:
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LOS LUNES DE ZATEROS
I.
Difícil, sino imposible, resulta descubrir- el origen de algunas costumbres. En el jardín del Luxemburgo había un banco, en el cual, desde hacía muchos años, nadie podía sentarse, puesto que cuantos lo intentaban eran advertidos para que no lo hicieran por un centinela que hacía guardia un la garita que había al pie de un monumento próximo al referido banco.
-Caballero, retírese usted, hay orden de que no dejemos á nadie sentarse ahí, decía. el soldado.
Y la orden que había sido dada hacia mucho tiempo por estar el banco recién pintado, subsistía; lo que se dispuso entonces para que la gente no se manchase, pasó después por una disposición absurda y tiránica.
Algo semejante ocurre con los lunes de- los zapateros. ¿Cómo y por qué casi todos los maestros, oficiales y aprendices de obra prima huelgan los lunes?
Ello fué así, según crónicas apergaminadas y venerables. Cuando nuestro Señor se hallaba por el mundo hubo de sentirse un día, un lunes por cierto, tan cansado, que le dijo a San Pedro que iba acompañándole:
-Busca por aquí algún sitio donde podamos reposar un momento, y don-de nos den un jarro de agua fresca que calme nuestra sed y mitigue el calor que nos sofoca.
-Señor, no veo lugar apropósito... porque esta casucha que está aquí próxima á nosotros... es la de un zapatero un viejo regañón y mal humorado... y no es cosa de que oigas alguna inconveniencia. Haz un milagro, maestro, que más fácil será que de este seco arenal mane agua, que no deje de decir blasfemias ese remendón.
-Vamos allá, Pedro, que puesto que él es así como dices, más necesidad tendrá de mí que nosotros de él.
-Señor, mira...
-Pedro, replicó el señor, interrumpiendo al Apóstol,-ya te he dicho que eres hombre de poca fé.
-Dicho esto, llegaron à la puerta del zapatero, el cual se hallaba dando una con otra las dos cuchillas, y sonriéndose con socarronería, entonó una -canción burlesca contra los calvos, lo cual no pasó inadvertido para San Pe- dro, que dijo entre dientes y con acento de resignación:
-¡Buen principio!
-¿Qué se ofrece, buena gente? dijo el remendón. No me entretengáis que estoy de prisa ¡Voto al demonio!
-Dadnos un asiento y un jarro de agua, dijo dulcemente el Señor.
Y como aquella bondad era divina, y aquella dulzura santa, debieron aturdir de tal modo al zapatero, que no supo qué contestar; pero sacando dos taburetes se los ofreció á los recién llegados, y luego, tomando una jarra, llenóla de agua fresca, y brindó con ella al Señor.
- Riquísima está el agua, dijo y éste, añadió alargando la jarra á Pedro: bebe Pedro.
Pedro bebió y luego limpiándose los labios con una de las puntas de su capa dijo:
- Mil gracias.
- A Dios sean dadas, que es el amo de todo, contestó el zapatero.
- Hombre, hombre, ¿según eso, te acuerdas de Dios algunas veces? preguntó el Señor con vivo interés.
- Está claro que me acuerdo.
Ya veo que eres hombre de bien. '¡Ah! y si no jurases, mejor servirías á Dios.
- ¡Jurar! Háganse cuenta que no sé lo que me digo!
- Si; mas los que te escuchan saben lo que oyen... y el escándalo es el peor enemigo de las almas; pero en fin, no hemos de reñir; y en pago del buen acogimiento que nos has hecho, mira qué deseas pedirme, que estoy pronto á Concedértelo,
- Señor, una sola cosa; y se refiere á cómo quiero morir.
- Veamos.
- Pues, quiero morir en lunes, y que la muerte me sorprenda en mi sano juicio... para poder pensar siquiera un momento antes de morir.
- Concedido, exclamó, el Señor; y se despidió afablemente del zapatero.
-Señor, nada bueno se propone este hombre con eso de querer morir en lunes y con sano juicio.
Nada replicó el Señor, y seguido de San Pedro emprendieron de nuevo su camino, en tanto que el zapatero, martillo en mano, batía el cuero, y cantaba más alegre que unas pascuas..
Esta mañana madre
me he constipado,
porque al salir de casa
me encontré a un calvo.
II
Después de muchos años llególe la hora al bueno del zapatero; la comadre, puestas las antiparras sobre el reducido caballete que sirve à modo de nariz en su calavera, pasaba las hojas de un enorme libro de registro, donde llevaba nota de sus quehaceres del año; un libro de hojas negras, encarnadas y blancas; en las primeras van los nombres de los que han de morir por enfermedad, en las segundas los que deben morir por guerras y desastres, y en las últimas los de los que hayan de morir en la inocencia.
-Pues señor, se dijo la muerte, aquí está éste, - y puso su escuálido índice sobre el nombre del zapatero de nuestro cuento que ya ha vivido demasiado... Hoy es miércoles? está bien, hoy iré por allí.
La hoja era negra, y por lo tanto, la muer te miró en su caja de instrumentos, que lo son las enfermedades y los médicos, de cuales de aquéllas ó de éstos habría de servirse para el caso.
Entonces recibió el aviso de que con el zapatero no podía meterse en ninguno de los días de la semana, más que el lunes, ni podía atacarle si el maestro de obra prima no se hallaba en su sano juicio.
-¡Cómo se abusa de los pases gratuitos, y de las vidas por favor!
-murmuró la muerte; pero ¿Qué le hemos de hacer? iré el lunes.
Llegado el lunes, envolvióse la muerte en negro y ya raído manto y se dirigió casa del zapatero; la comadre iba provista de una pulmonía fulminante, de una bronquitis, y tifoideas de las más mortíferas que pudo hallar á mano.
-¡Hola, comadre!, exclamó el zapatero al verla, hoy te vienes por acá con muchísimo salero; pero creo que puedes volverte. porque se me van los pies y tengo la cabeza hecha una grillera.
El maestro zapatero no estaba en su juicio; había empinado el codo de lo- lindo y se hallaba completamente borracho.
-¿Hasta cuando te durará la mona?, preguntó la muerte; pero salió sin esperar la contestación, porque desde luego se echaba de ver que la papalina habría de durarle al zapatero hasta la mañana siguiente.
Después siguió la muerte apareciendo por casa del zapatero todos los lunes, y perdía el tiempo que el remendón se ganaba; éste siempre le recibía borracho como una cuba, unas veces bailando y cantando, otras llorón y pendenciero; pero, en fin, jamás en su sano juicio: aquel hombre había llegado á burlarse de la cosa más seria que pueda haber: de la muerte.
Y ésta, como es natural, estaba furiosa; pero no tenia más remedio que- aguantarse; pensó en sorprender al zapatero, pero no hubo manera de que pudiera conseguirlo; el remendón á las doce de la noche de los domingos tomaba la mona y no la soltaba hasta las cuatro de la madrugada de los martes. La muerte tuvo la idea de hacer que los demás zapateros ganasen en los lunes tanto, que pudiera tentar con esto la codicia del astuto burlón, pero éste hizo que todos los zapateros holgasen los lunes, y para conseguirlo los convidaba у les decía:
-¿No os extraña verme tan viejo, y tan sano y tan bueno? pues consiste en que bebo vino y huelgo todos lunes.
Y he aquí que todos imitaron á su colega; pero como el zapatero de mi cuento no había de ser eterno, tuvo fín como todos habremos de hallarle, mas tarde ó más temprano; y he aquí como ocurrió el caso, según las crónicas lo refieren:
III.
Estaba San Pedro enojado y escandalizado; porque lo que él decía: tantas y tantas borracheras son otros tantos pecados, y como al fin ese pobre diablo algún día habrá de descuidarse... se gana el infierno sin remedio. Además, es un escándalo el número de borrachos que hace de día en día ese empecatado. -¿Qué te pasa, hombre, que estás tan mal humorado? Pedro, eres tan gruñón, que ni aun en el cielo he logrado verte contento; dijo el Señor que acertó pasar á por allí cuando San Pedro se daba á tales reflexiones.
El Santo dijo cuál era el motivo de ellas, y el Señor entonces replicó:
-Mañana es lunes; baja al mundo y vete á casa del zapatero; la muerte andará por allí desesperada; sea cualquiera el estado en que se halle el remendón, ofrécele en la jarra agua del mismo pozo de donde sacó la que él hubo de darnos aquel día, y quedarás contento.
Hizolo así San Pedro; descendió al mundo y se dirigió casa del zapatero, el cual monene, cantaba y reía á más reír y cantar; la muerte, furiosa, pegada á los vidrios de la ventana, se entretenía soplando en ellos y matando con su soplo las moscas.
-Buenos días, maestro, dijo San Pedro, ¿me da usted un poquito de agua? -Vino, abuelito, vino: mejor es vino.
-Yo deseo agua.
-Pues le serviré en su deseo, que tengo una agua que no la habrá mejor en parte alguna, replicó el zapatero, y tambaleándose y canturreando, fué por la jarra y en ella sirvió el agua del pozo de lv casa.
-No es tan buena como me decías, exclamó San Pedro.
-¿Que no?... Bien veo que no sabes lo que te dices.
-Pues lo sostengo; el agua que me has dado sabe mal.
Como á todos los borrachos les tienta el afán de porfiar, el zapatero se puso muy enojado y protestó enérgicamente, defendiendo el agua de su pozo.
-Pues si es tan buena, ¿por qué no bebes tú de ella?
Miren si bebo, exclamó el zapatero acercando la jarra á los labios y echándose un buen trago.
Al punto sus sentidos se despejaron, clara y luminosa quedó su inteligencia; sintió como nunca vergüenza por la embriaguez y el vicio, dolor profundo por el pecado, parecióle la vida demasiado despreciable para defenderla del modo quo él lo había hecho durante tantos años... y cuando San Pedro salía de la casa después de haber hecho al zapatero beber el agua de la gracia, éste arrepentido, se arrojaba en brazos de la muerte.
Pasado el tiempo del purgatorio, que no fué flojo, subió al cielo el maestro de obra prima; recibióle el Señor con los brazos abiertos, y diciéndole:
-Pero hombre, cuanto te has hecho esperar...
-Señor, perdón; pero no podía remediarlo, de tal modo, que tengo que pedir un favor á vuestra divina gracia!
Tú dirás.
-Pues que en recuerdo mío, les sea permitido á los de mi oficio descansar los lunes, y disculpados los tragos que tales días echaren, siempre que no lleguen á emborracharse.
-Concedido, contestó el Señor.
Así, pues, prosigue la costumbre, pero sépase que no se les perdona á los zapateros la borrachera; todos los que se emborrachen en cualquiera día de la semana, aun en el lunes, irán al infierno.
JOSÉ ZAHONERO.
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