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    Francisco Mostajo Miranda,  uno de los arequipeños más notables de la época republicana, quien fuese poeta, historiador, crítico literario, prosista, ensayista  y el último gran caudillo de las revoluciones arequipeñas, escribió acerca de los tipos folckloricos arequipeños, en varios artículos, describiendo a personajes pintorescos hoy olvidados pero que en su momento fueron muy queridos en Arequipa, uno de  estos artículos es el que pasamos a  transcribir, acerca de Rudolph Höefle.


    Recorte fotográfico en la  Revista Mistiana, Octubre de 1979.

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    El Guaguito


    Era un suizo-germano de 2 metros de altura y de un grueso proporcionado a su elevada talla. Enorme era, pues, el hombre al lado de la estatura corriente, de los arequipeños, sobrepujando a los que la tenían mayor. Para los niños, debió ser un gigante. Gullivier. por ejemplo. Para nosotros, que ya éramos muchachos, nos Imaginábamos estar adelante de uno de aquellos bárbaros que invadieron el Imperio Romano, y lo fantaseábamos, sobre todo cuando se tocaba con un casco inglés, atacando sobre corpulento caballo, lanza en mano, pero... no podíamos verlo con gesto feroz, porque ese normando, germano, vándalo o lo que fuese, era más bueno que el pan. El pueblo, por paradoja o ironía, le puso este apodo: el Guagüíto. Recordamos que cierta vez en que dimos al intitulado "muertecito", él nos dijo: "Si yo muriera, cómo titularías los versos a mi memoria?" Nosotros le contestamos inmediatamente: "también Muertecito". El buen germano sonrió. En otra vez, al prestar una declaración, el Juez le interrogó por su edad, y Hoefle le respondió: "No sé. A mí me dicen el Guagüito".

    Se llamaba Rodolfo Hoefle. Desaparecidos el jardín del francés Honorato Courtais, tan famoso en su tiempo, y el del otro francés Lafeullaide, los reemplazó en renombre el Jardín Hoefle, que fundó Don Rodolfo sobre la barranca occidental del Chili, calle de la Recoleta. Y encontró al hombre que lo formara, con gran amor por las flores, el italiano Leopoldo Lucioni, quien lo cultivó desde entonces hasta su muerte, logrando algunas variedades arequipeñas muy bellas y estimadas. Entre éstas la 'Vosa Hoefle", que no sabemos si hasta hoy conserve este nombre. Lucioni era un artista de la jardinería. Ya en los últimos años de Hoefle adquirió la propiedad, pero entre el Italiano y el germano, que eran dos flores de bondad, se habían comprendido tanto que convinieron en que, en los días ancianos del segundo se recogería a su amado Jardín. Lucioni era mucho menor que Hoefle. Esos tíos hombres de corazón ya no existen, pero su obra sí: se llama hoy el Jardín Lucioni. Los hijos de D. Leopoldo —buenos elementos de la sociedad y del comercio— mantienen viva la herencia del padre: la predilección por los bellos jardines, en que las flores son como risueñas caritas que con su mudez temerosa nos conversan.


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    Ignoramos cuándo llegó a Arequipa Hoefle. Pero de aquí no se movió más. Aquí fundo hogar, sin tener la dicha de la descendencia. Aquí cerró los ojos, asistido por nuestro padre, que fue el íntimo amigo de sus últimos años. Era más bueno que el pan, hemos dicho. Su filosofía era, cabalmente, la del hombre bueno: comprendía nuestras cosas, las de Arequipa, las del Perú, y sonreía y auguraba, sin fimbriarse de pesimismo. En la lucha liberal, vez hubo en que la chusma bajada de la Pampa, con matones a su cabeza y al amparo oficial, paseóse por la población baleando domicilios y hasta hoy no nos explicamos por qué allanó la Cervecería Alemana. El Cónsul interino era Hoefle, inquilino de nuestro padre. Conversó con nosotros y todo lo orilló tan bien que no hubo alboroto diplomático, que tampoco lo quiso el Dr. Urquieta. Cuando, en otro lance, en que este líder se defendió de un ataque preparado, fue a dar, con gran iniquidad, a la prisión, quien esto escribe tuvo por último refugio el Consulado de Hoefle. Antes, lo habíamos tenido en el escondite del viejo político de los tiempos de Castilla, Vivanco y Pezet, el Dr. Juan Manuel Polar. De refilón, pues, entra Hoefle en la historia movida de aquellos días turbulentos.

    Era bueno como el pan. Y aquí va una anécdota. Cierta vez, estando en el antiguo Hotel Lafayette, Máximo Morante Hurtado, poeta y bohemio, a quien lo apodaban "Piojito", por chiquito y amolado, aposto a que le daba un sopapo al "gigante" Hoefle o sea al “Guagüito”, ¡Zas! Saltó sobre el mostrador del bar y de improviso le soltó el lapo. Hoefle, que, si le asentaba la mano, lo aplastaba, se limitó a cogerlo como a un muñequín y a ponerlo en el suelo. Cuando supo que todo había sido por efecto de una apuesta, se limitó a decir con su bonhomía habitual: " ¡Y por qué no me lo dijo!" Cuando murió, no habría habido ataúd, sino se hubiera encontrado uno bastante grande que se había hecho como reclame y que, cada vez que él lo veía llamando la atención en lugar visible del establecimiento, solía decir: "Este será para mí", y lo fue. Nosotros, cuando la Parca le cerró los ojos, colocamos sobre ese ataúd; como cineraria, este soneto, pero que nosotros intitulamos "Jaramago".

    Noble amigo, no fuistes extranjero en el Perú; 
    soñaste su victoria.

    Te vi yo triste, en su quebranto fiero 
    y te vi alegre en su dorada gloria.

    De mi hogar a la sombra del alero, 
    siempre será cariño tu memoria, 
    porque tu corazón fue tan sincero 
    que de mi padre se ligó a la historia.

    Como a un rincón de tu Suiza bella, 
    tú de Arequipa amaste el regazo; 
    no añoraste tu patria, al verla a ella.

    En su suelo apagáronse tus ojos, 
    y hoy, al abrigo de su inmenso abrazo 
    duermen su sueño eterno tus despojos.


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    Sobre Rudolph Höefle hemos investigado que efectivamente nació en Zúrich en el norte de Suiza, el año de 1843,  emigró al Perú y se asentó en Arequipa,  fue un próspero comerciante se casó con doña Catalina Díaz, de la cual enviudo, y vivió en la calle Perú 111, sin dejar descendencia. Murió en la mañana del 14 de octubre de 1917. Según su partida de defunción, de miocarditis, diagnostico del Doctor Escommel,  a más de cien años de su muerte, le recordamos porque en verdad era un gigante, un gigante con un gran corazón  que desbordaba cariño, por esta tierra del Misti.


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    Fuente:

    • Diario El Pueblo Lunes 3 de septiembre de 1951. Tipos folcklóricos de Arequipa, Francisco Mostajo.
    • Francisco Mostajo, antología de su Obra Tomo II Literatura y folcklore. (foto de portada)
    • Revista Mistiana Octubre 1979.