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    Don Sixto Recabarren fue un personaje muy importante para la música arequipeña ,es autor y compositor de muchísimos valses  como "victoria", Mi camino", "Nuestro adiós"  que inmortalizaran los Hermanos Dávalos, etc.  Él también compuso el vals "Esclavitud "uno de sus primeros valses  que posteriormente  tuvo que reclamar sus derechos de autor, este vals fue  grabado por varios artistas como Jesús Vásquez, Esther Granados, Roberto Tello, entre otros. Jorge Azpilcueta Zúñiga, profesor del colegio Independencia y hermano de Luis y Nelson Azpilcueta  quienes conformaron un formidable dúo . Colaboró  en su primer número de Abril-Mayo de 1988 con la revista Germinal del Instituto Departamental de Cultura de Arequipa, en un espacio titulado "Los Auténticos interpretes de la música arequipeña", donde nos narra algunos datos importantes de don Sixto.

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    Compositor y músico. Nació en Mollendo  Provincia de Islay Arequipa, el 31 de agosto de 1918. Sus padres fueron: Sixto Gutiérrez Cueto y Manuela Recabarren  Tohalino, desde niño se crio en Arequipa, en la calle nueva. A los 12 era ya marino mercante. vivió  desde los 22 años en la calle siglo XX inmueble  propiedad de Benigno Ballón Farfán. Trabajó luego ene la Fábrica de galletas Victoria. ( Libro: Arequipa y su música, Luis Pareja Rivero 2013).



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    SIXTO RECABARREN

    Por: Jorge Azpilcueta Zúñiga

    Eran, los años treintas en Arequipa... y la voz de los campanarios de sus templos, aún extendían su timbre de paz aldeana, al dar la oración, hasta los sembríos de La Pampilla y a los huertos de Yanahuara, que en un diálogo de brisas hacían llegar a la ciudad sus aromas de alfalfa y de fruta madura...

    Arequipa, de los tranvías tintineantes, con la estridencia penosa de sus vueltas, en los días de los pintorescos personajes, Juan de la Peña, Plac. Plac, y “Queso Helao” lidiando con palomillas indolentes, pregoneros de “El Pueblo” “Noticias” y “El Deber”. Tiempos de las lecheritas montadas a burro, de mejillas sonrosadas como peras de agua, de las picanterías que lucían sus pendones rojos hasta en las principales calles de la ciudad, como la de “Los Gallinazos”, en. la esquina de Moral y San Francisco concurrida por atildados catedráticos y profesores del Colegio Independencia, “El Granadito”, de la calle San Agustín, “El Callao” de la Merced y el Morro de Arica en Huañamarca... nidos de sillares donde luego de los picantes, la Chicha, el “caldoirabos”, la carne asada y el anisao de Nájar, venía el briscán y luego las guitarras, dibujando su marco de plata a los yaravíes de Choccray Salas y Marroquín, que llevaron al disco en el mismo Nueva York los más hermosos versos de la Lira Arequipeña, o a los hermanos Hipólito y Víctor Neves, a las voces planas de tradición y de romanticismo de don Goyo Zevallos, del “Chupefalso” y del “Cometa”. Allí para variar, resonaba estentórea la melodía peregrina de un vals en la expresión sentida de “Mata Limeño” Víctor Dávalos, padre, de quienes 20 años después serían celebrados artistas nacionales. A esta Arequipa de la recoba, en donde un sol era suficiente “pal diario” de una familia numerosa, donde valían los reales, medios, mitades, y cuartillos. 

    A esta tierra de los carnavales con cascarones de agua colorada, talcos perfumados y colonias, en los corsos deslumbrantes, y que presurosa se dirigía a la celebración de su Congreso Eucarístico y el cuarto centenario de la fundación española, retomó un día de 1935 el negro Sixto Recabarren, después de diez años de ausencia y con 20 cargados de sueños y aventuras.


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    Volvía al regazo materno de  la buena doña Manuela Recabarren de Franco, al lado de sus hermanos, Pancho, Wendolí, Abel, Judith y Berta Franco a desandar los pasos de su infancia en el viejo barrio de “Las latas”, la Calle Nueva. Le impresionó profundamente la efervescencia cultural en todos los aspectos que alentaba la actividad del grupo “Sur” en el que destacaba la presencia artística de don Benigno Ballón Farfán, de Felipe su hijo mayor y del músico yanahuarino Rubén Fuentes, director de la estudiantina del grupo. Sixto Recabarren, volvió a su tierra en los días en que los cholos y los “ccalas” vivían apasionados las grandes victorias futbolísticas del Aurora en campos de Bolivia Centroamérica y México; cuando las vitrolas del perrito de R C A Víctor hacían escuchar los sones intrusos de los últimos One Step y Fox Trot de la época, o los Tangos de Magaldi, Corsini y Gardel.




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    Con alma de artista, heredada del buen gusto y sentido musical de doña Manuela, recordaba Sixto sus canciones de niño llevándose el compás con una gamella de lata, sus años de adolescente en Lima admirando los temas criollos de Carlos A. Sacco y Manuel Cobarrubias, en los intermedios de las primeras películas sonoras en los cines de barrio. Y fija en la mente de muchacho provinciano y artista, la pálida figura de Felipe Pinglo cantando en los saraos del callejón limeño o en los salones señoriales cual un Chopin criollo, la poesía musical de sus valses y polcas.

    En Lima vivió sus primeras noches de bohemia al lado de don Eduardo Márquez Talledo, con el respeto que le imponían los siete años de mayoría que le llevaba el maestro. Inolvidables las tareas tibias en su guitarrería cuando daba los últimos toques a “Nube gris” al conjuro de grandes tazas de café con leche y rebanadas de camote frito.

    La música bullía en la sangre de la familia Franco Recabarren, y es desde aquella época que se constituyeron en una institución del arte musical arequipeño. Wendolí, a su bien timbrada y expresiva voz, agregaba sus cualidades de compositor, Abel, el menor de los hermanos, primera guitarra, anunció la calidad que luego todos le reconocerían, desde el primer momento Francisco, el segundo de los hermanos, era segunda voz, con ellos Sixto Recabarren conformó el cuarteto que tanto éxito lograra en las jóvenes emisoras Landa y Arequipa; más tarde vendrían las exitosas y sacrificadas giras a Camaná y Mollendo.

    Simultáneamente sus hermanas Judith y Bertha eran las estrellas de radio-telefonía local, expresando con inigualable calidad las hermosas composiciones del Dr. Eduardo Rodríguez Olcay, muchas de las cuales lamentablemente se perdieron. “Esclavitud”, tituló Sixto a una de sus primera composiciones en 1937, y fue la que a la postre se convertiría en la más celebrada y difundida, por su profundo contenido romántico y  la línea melódica que invita a la interpretación armónica; hoy es una página de nuestra antología criolla que transporte el espíritu en alas de la reminiscencia y la nostalgia.


    El vals Esclavitud, interpretado por Los Embajadores Criollos. (Canal en youtube de Pepe Ladd).

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    Recuerdo con el alma conmovida tus besos y caricias adorables ...

    Los viejos criollos arequipeños recuerdan todavía aquel cuarteto mixto que en 1939 y 1940 integraron Eduardo Santillana, Sixto Recabarren y las hermanas Velazco, las que al ausentarse, dieron lugar a la incorporación del recordado Manuel Rodríguez al conjunto, la que marca en la vida artística de Sixto un hito de amistad entrañable, pues Manuel Rodríguez fue en adelante, no sólo el compañero ideal en el campo del arte, si no, el amigo consecuente, leal, y fraterno de todos los instantes y avatares hasta el día en que decidió marcharse”.

    Las Hermanas Velazco.

    Jorge Azpilcueta Zúñiga.


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