Índice

    Contexto


    El 20 de diciembre de 1833, finalizó el período constitucional del presidente Agustín Gamarra. Como no se había elegido a su sucesor tras frustrarse las elecciones presidenciales convocadas meses atrás, la Convención Nacional (congreso constituyente) acordó elegir a un presidente provisorio. Gamarra y los conservadores apoyaron la candidatura del general Pedro Bermúdez; por su parte, los liberales que dominaban la asamblea apoyaron al general Luis José de Orbegoso, un militar menos autoritario, a quien Francisco Xavier de Luna Pizarro, el célebre clérigo liberal que presidía la asamblea, lo tenía como a un hijo. Otro candidato fue el general Domingo Nieto. Realizada la votación en el seno de la Convención, Orbegoso obtuvo 47 votos, Bermúdez 37 y Nieto solo uno.

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    Presidente Luis José Orbegoso.

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    Orbegoso asumió el poder el 21 de diciembre de 1833, contando con la aprobación del pueblo pues su ascensión significaba el término del gobierno de Gamarra, que se había desgastado por su autoritarismo. Pero los partidarios de Gamarra, que continuaron controlando los puestos claves del poder, hostilizaron al nuevo gobierno con la intención de derribarlo e imponer en su reemplazo a Bermúdez. Alegaron que la presidencia de Orbegoso era ilegal pues no le correspondía a la Convención Nacional elegir al Presidente.


    General Pedro Bermúdez.


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    EL INICIO DE UNA GESTA HEROICA Y UNA HISTORIA
    REVOLUCIONARIA: 1834.



    1834 es un año clave en la historia republicana de Arequipa, marca el inicio de lo que Víctor Andrés Belaúnde y J. L. Bustamante y Rivero han coincidido en llamar una gesta. La revolución del 34, dice el primero de los mencionados: "es como el bautizo político de Arequipa y dio una fisonomía definitiva a su sentido revolucionario. Arequipa se afirma como defensora del orden jurídico". 

    La crónica de esta revolución abre el libro de memorias del Deán Juan Gualberto Valdivia, principal protagonista y hombre representativo de esta epopeya como lo llama Bustamante y Rivero. En las páginas de "Las revoluciones de Arequipa" una de las fuentes de este trabajo, puede encontrarse vívidamente descrita la acción de arrojo, valentía y heroísmo del pueblo arequipeño iniciada en 1834 y prolongada por lo menos hasta 1955 en las calles de la ciudad blanca. 


    El general Domingo Nieto, héroe de la guerra de la Independencia Nacional, desempeñaba la comandancia militar en Arequipa, por designación del Prefecto General Salas renunciante desde el 7 de enero de 1834. Cinco días después llegó a nuestra ciu­dad la noticia la "acefalía en que se hallaba la capital" y que el general Pedro Bermú­dez había asumido el mando supremo ; la trajo el Teniente Coronel don Manuel Valdi­via que la entregó al general Nieto y estaba firmada por el Coronel José Allende , Jefe del Estado Mayor General del Ejército.


    Diario arequipeño El Republicano (18 de enero de 1834).

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    General Domingo Nieto.

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    La reacción de Nieto fue directa y violenta: "pícaros: quieren asesinar nueva­mente una patria, que nada les ha costado. Con mi lanza vengaré este ultraje. Mis ami­gos, es llegada la hora de que hagamos conocer al mundo lo que valen los verdaderos republicanos". Tales expresiones están recogidas por un testigo presencial: el Deán Valdivia . 

    Se convocó a las corporaciones e instituciones para que en una reunión emitiesen libremente sus opiniones acerca de la mejor forma de salvar al país. Nieto, vestido de paisano para esta reunión, manifestó a Valdivia: "con Ud . y con el pueblo heroico de Arequipa tengo esperanza en Dios de que salvaremos la patria". La posición del Deán y de Nieto dirigentes visibles de este movimiento, era clara y decidida: debía ponerse Arequipa del lado de la Constitución y de las leyes, apoyando al general Orbegoso, Presidente elegido por una legítima Convención Nacional en la que Arequipa tenía conspicuos representantes como J.L. Gómez Sánchez y F .X. Luna Pizarro. 


    El discurso de Nieto en la reunión de las corporaciones resultó más que elocuente: "La República acaba de ser infamada por los que tenían más deber de respetarla".


    Veo la patria - continuó Nieto ante las corporaciones- al borde del precipicio ... sin leyes, sin magistrados y cubierta de ignominia, hollada por hijos bastardos que no tie­nen medida para el crimen. Explicó luego la razón de la convocatoria que los reunía:


    "Evitar que la fuerza bruta forzase al pueblo a la obediencia", Agrega Valdivia en su relato que se oyó un grito general en el salón donde se llevaba a cabo esta reunión:

    "Arequipa protesta solemnemente contra la revolución hecha en Lima por los genera les Gamarra y Bermúdez, reconoce por Presidente Provisorio al General Orbegoso elegido por la Convención Nacional . El pueblo nombra al general Nieto Prefecto y Co­mandante Militar del Departamento". 


    El pueblo arequipeño en masa juró salvar a la patria o perecer en su defensa, A partir de este momento, vive Arequipa durante todo un siglo su lírico vértigo de revo­luciones y así se hace rectora, gobierno tras gobierno, de la política nacional, dice J.L. Bustamante y Rivero.


    Por su lado Jorge Basadre sostiene que ha debido reconocerse a Arequipa "el de­recho de iniciativa revolucionaria" y como uno de los elementos de carácter local que han influido en la evolución histórica del Perú republicano sostiene en frase pintoresca que Hasta 1867 Arequipa fue una pistola que apuntaba al corazón de Lima". 


    El 13 de enero de 1834 con una proclama dirigida por el general Nieto, al pueblo de Arequipa, inicióse el ciclo revolucionario que forma el núcleo de la historia política republicana de Arequipa . El 14 dirigió otra a los pueblos de la república.


    Plaza de Armas y catedral de Arequipa en un día festivo. Mediados del siglo XIX. Acuarela de J. Prendergast.

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    Había un ambiente revolucionario, lo que no había eran los elementos militares  para llevar la revolución al éxito y en algún momento pensó Nieto en pedir auxilio a Santa Cruz. 


    "El Republicano" , periódico arequipeño daba cuenta de los febriles preparativos militares que se realizaban en la ciudad que "respiraba un ambiente de lucha y de gue­rra" según Arturo Villegas . 


    La respuesta de Santa Cruz al pedido de auxilio de Nieto revela la naturaleza política de las decisiones de este caudillo; expresó que sólo accedería a tal solicitud si la hacía el presidente Orbegoso o las Corporaciones de Arequipa, así lo refiere el Deán Valdivia en sus memorias. 


    Arequipa se aprestaba a la lucha, organizaba sus fuerzas, pero de todos modos esperaba refuerzos de todo el sur, los que llegaron y también recibió auxilios materiales para la empresa. 


    La fuerza armada en Arequipa tenía sus propios cuadros de oficiales, entre ellos extranjeros como Trinidad Morán y Althaus. No poco trabajo le costó a Nieto contener los pedidos de reemplazar a estos desprendidos jefes que formulaban los oficiales venidos de fuera de Arequipa al mando de fuerzas regulares, tales fueron los casos del general Anselmo Quiroz y del Coronel Castilla y del general Antonio Gutiérrez de la Fuente. Mencionamos estos hechos para mostrar la naturaleza popular del movimiento de Arequipa, ya que se trataba de un pueblo armado al cual ejercitaban oficiales militares de profesión, y no de un ejército profesional al que se le podría imponer por reconocimiento el mando de otros jefes. Muchos ilustres hijos de Arequipa formaron parte de estos cuerpos de fuerza armada organizados entonces, algunos como Pedro Diez Canseco y Fernando Alvizurí llegaron a generales habiendo servido en el batallón " Inmortales" bajo las órdenes del coronel don Ramón Castilla llegado de Tarapacá. En la ciudad se hacía aprestos para la defensa levan tanda barricadas y abriendo trincheras en las bocacalles. 


    Las fuerzas leales a Gamarra venían desde Puno al mando de San Román adonde no se atrevió Nieto a ir  adoptando una actitud de espera y de defensa, en opinión de A. Villegas. 


    Desde los primeros días de marzo de 1834 se conocía que San Román avanzaba sobre nuestra ciudad. Villegas opina que en Arequipa había surgido brotes de descontento por el empréstito dispuesto por Nieto, y piensa que el Deán Va1divia en sus memorias describe una situación halagadora que no era tal. A pesar de ello los aprestos bélicos continuaron, se dispuso que se colocase piedras encinta de las bóvedas de las casas de la ciudad para arrojarlas oportunamente sobre los invasores. 


    Nieto salió con sus fuerzas de la ciudad y las colocó en los llanos de Porongoche; desde allí hasta Yumina, La Apacheta y Chiguata estaban frente a las de San Román. 


    Las fuentes primarias que seguimos son el relato del Deán Valdivia y el de Flora Tristán en su libro "Peregrinaciones de una Patria". uno de cuyos capítulos es precisa­mente la batalla de Cangallo. El 2 de abril en los llanos de Porongoche tuvo lugar la batalla que se conoce con el nombre de Miraflores y cuyo resultado fue desfavorable a San Román, al que la llegada de la noche. salvó de un mayor  desastre militar. 


    En el relato de la Tristán, sin embargo hay información no confirmada por el de Valdivia, en el sentido que el 2 de abril las tropas de Nieto, incluyendo a sus oficiales, estaban ebrios, pues el 1 ro. de abril que era martes y día de fiesta habían recibido su paga y tenían permiso para divertirse. La información recibida por la Tristán según lo consigna en su libro. procedía nada menos que del coronel Althaus. La situación no era mas halagüeña en el lado de San Román; los oficiales sólo se habían preocupado de su aspecto personal, pensaron en una victoria fácil, e incluso los soldados se habían despojado de sus víveres con la esperanza de tomar sopa en el cuartel de Arequipa. En suma, las tropas de San Román no tenían ni una mazorca de maíz y estaban acampados donde no podían obtener ni una gota de agua. Oficiales como Torres, Montoya y Quiroga se hicieron cargo de tan critica situación. 


    El 3 de abril se llevó a cabo un intento de negociación solicitado por San Román y aceptado por Nieto, pero sin llegar a un acuerdo o conversación formal concreta; en vista de ello y ante la inminencia de la llegada de refuerzos para San Román, el general Nieto reunió una Junta de Guerra y decidió reanudar las acciones; por su parte los oficiales de San Román ante el peligro de quedar aislados sin comida y sin agua propusieron a sus soldados dar la batalla "prefiriendo morir por el hierro y no de sed" dice Flora Tristán en su relato de estos hechos. 


    El nuevo combate se empezó en Cangallo y como se produjo de noche , toda clase de rumores se esparció por Arequipa. En el relato que seguimos, afirma la Tristán que el terror se apoderó de los blancos arequipeños y que se sintieron intimidados por los indios y los negros; los primeros amenazaban y los segundos no obedecían. "Era la primera vez, sin duda, que todas las caras blancas y negras dejaban leer en su fisonomía toda la bajeza de su alma" . Nos preguntamos si el triunfo de San Román hubiera significado para las clases dominadas algún tipo de venganza o de revancha. En términos sociales nos parece que no. En todo caso es válida la observación de la Tristán cuando nos habla del odio del indio y la sed de venganza del esclavo, parece un comentario ob­jetivo de una situación dada. El 5 de abril San Román considerándose derrotado, huyó; pero el coronel español Bernardo Escudero reunió a los dispersos y animándolos cayó sobre las fuerzas de Nieto y las puso en desorden. Nieto se retiró a Arequipa y de allí a Arica por Islay; Castilla y la caballería marcharon a Moquegua y Tacna. 


    La guerra civil se definió en el Centro del Perú, empero el ciclo revolucionario iniciado en Arequipa en 1834 tenía un significado valioso y preciso: la defensa de la Constitución y de la ley; el acatamiento a la designación de Orbegoso hecho por la Convención Nacional y sobre todo, está asignada por la esperanza del orden que la ley debería traer, y que entre todos los documentos producidos alrededor de este movimiento arequipeño sobre todo en las proclamas fulgura no sólo como justificación de tan grandes sacrificios, si no como motivo para vivir con honra, del pueblo arequipeño. La ciudad fue ocupada por San Román y éste obligó a las instituciones a reco­nocer a Bermúdez como Presidente. 


    El "abrazo de Maquinhuayo" del 24 de abril de 1834 puso fin formalmente a la  guerra civil, al producirse éste, Gamarra que estaba en Arequipa expidió un Decreto transcrito por Villegas, cuyo cumplimiento encargó a San Román; de todos modos el pueblo arequipeño conservaba los. propósitos que enarboló el 13 de enero -seguía siendo defensor de la constitucionalidad y de las leyes, lo que pone de manifiesto cuán profundamente se había enraizado en él , los principios que acaudilló Nieto y el Deán Valdivia. La revolución arequipeña de 1834 tiene, en ese sentido un contenido popular, legalista, constitucionalista, que va más allá de las acciones militares de Miraflores (Arequipa)  y Cangallo, más allá de la victoria primera y de la derrota en el segundo de estos lugares. 


    El 18 de mayo de 1834 un nuevo grito de revolución por la legalidad, la Consti­tución y el reconocimiento a Orbegoso, oyóse en la Plaza de Armas de Arequipa. El Mayor Juan Lobatón del Batallón Ayacucho arengó al pueblo reiteradamente, pero el recelo se hace presente: se teme que es todo una celada, ante esta vacilación se escucha un disparo y Lobatón cae muerto. La reacción del pueblo es entonces como meses antes, prorrumpe en vivas a la libertad , a Orbegoso, a Nieto y a la ley. Toma los cuarteles velozmente relata Villegas en su libro "Al anochecer del 18, nuevamente Arequipa se había pronunciado por la causa de la ley y la justicia" . La Municipalidad de Arequi­pa emitió un pronunciamiento el mismo 18 firmado por Marcos Vargas y Juan Manuel Polar. 


    El 19 de mayo se nombró de Prefecto de la ciudad a don Mariano Llosa y Benavides y a Don Pío Tristán Comandante Militar. Ese día también murió de un balazo el patriota Don Bartolomé Talavera.

    El 22 de mayo de 1834 el general Nieto entraba apoteósicamente a Arequipa con repique de campanas, salvas, flores y cánticos. 


    La reacción contra los gamarristas y bermudistas en Arequipa fue violenta, dice  Villegas, pues sus casas fueron saqueadas; se emitieron decretos haciendo perder la calidad de ciudadanos de Arequipa a algunas personas. El Obispo Monseñor Goyeneche se apresuró a exhortar a los fieles a que obedeciesen la autoridad legítima "para evitar la guerra civil y las discordias que tanta ruina causaban". Las actitudes de Goyeneche son sometidas a discusión por Villegas quien llega a plantear que actuaba con franco do­blez entre Orbegoso y Bermúdez Afirma este autor que al exhortar Goyeneche a obe­decer a la legítima autoridad, sembraba el desconcierto en el pueblo ya que no señalaba nombre alguno. 


    El general Nieto enfrentóse al Obispo, poniéndole plazo para entregar la cuota de un empréstito que se le había pedido, y dándole plazo para abandonar la ciudad en caso de no satisfacerlo. 


    En cierto momento "casi llegó la sangre al río" debido a la presión ejercida por el Prefecto Cuadros y por Nieto para que Goyeneche satisficiera el empréstito: este por su lado había averiguado en Lima que ya no tenía obligación de cumplir con este mandato por haberse suspendido ya las facultades extraordinarias de las autoridades de la república. El asunto llegó a la Corte Superior de Justicia de Arequipa, ya que Goyeneche no sólo se negó a entregar el empréstito, si no que celebró Te Deum para festejar su victoria en no pagarlo: el Prefecto Cuadros hubo de retroceder dejando sin efecto
    la orden de pago. 


    Guillermo Miller fue nombrado Comandante General el 12 de agosto de 1834 en reemplazo de Nieto quien forzadamente se vio obligado a aceptar el cargo de Inspector General del Ejército, lo que provocó naturalmente su alejamiento de la ciudad blanca.


    Un intento de asesinar al Obispo Goyeneche , del que fue autor el Sargento Mayor Juan Antonio Vigil , Ayudante de Campo del general Domingo Nieto, conmovió la ciudad, el 11 de setiembre. En realidad Vigil había perdido la razón, pero el Obispo con los antecedentes del entredicho sostenido con las autoridades políticas, llevó el asunto hasta la Corte y el asunto no terminó si no hasta que el 25 de octubre el Juzga­do militar falló reconociendo que la acción de Vigil era impulsada por su estado mental precario , sin habérsele comprobado participación alguna a Nieto y menos que actuase
    obedeciendo órdenes. 




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    El 27 de febrero de 1835 entraba el Presidente Provisorio General Orbegoso en la Plaza de Armas de Arequipa en medio de salvas, repique de campanas y regocijo po­pular. La muchedumbre aclamó a Orbegoso al salir del solemne Te Deum celebrado en su honor en la Catedral. 


    El panorama político del Perú, era, sin embargo , sombrío. El 22 de febrero de 1835 el general Felipe Santiago Salaverry en los Castillos del Callao dio inicio a una nueva revolución, pronunciándose en contra de la autoridad encargada del Poder Eje­cutivo. Dijo entonces Salaverry en comunicación dirigida al gobierno: refiriéndose a la  autoridad que represen taba: "ella es azarosa al bienestar del Perú y dirigida por una facción abominable que ha destruido la nación". El 4 de marzo se supo en Arequipa, la noticia del levantamiento de Salaverry y el Presidente Orbegoso, el mismo día sus­cribió una proclama dirigida al pueblo arequipeño solicitando su apoyo para sofocar la revolución. Los comerciantes extranjeros de Arequipa ofrecieron un empréstito de diez mil pesos, que fue aceptado. 


    El 25 de marzo realizóse en Arequipa una reunión de las corporaciones, obvia­mente. las autoridades arequipeñas se pronunciaron contra el insurgente. 


    las desgracias de la patria, exigían una vez más los sacrificios de sus hijos. En nombre de estas ideas las autoridades tomaron determinaciones para combatir al rebelde y hacer prevalecer la autoridad de Orbegoso que era el Presidente Provisorio legíti­mamente investido. 


    El 27 de marzo en la Iglesia de la Universidad de San Agustín volvían a reunirse las Corporaciones de Arequipa, convocadas también por el Presidente Orbegoso; allí mencionó la perspectiva de una guerra civil que podía anegar en sangre "este país desgraciado"


    Orbegoso en gratitud con el pueblo arequipeño que desde el 13 de enero defendía su autoridad: decretó que el departamento de Arequipa se denominase "Departamento de la Ley" y que la ciudad capital del departamento se llamase " Heroica Ciudad de los Libres de Arequipa". 


    La necesidad de fondos para la defensa del orden constitucional hace que Orbegoso, disponga en Arequipa, la venta en pública subasta del local de la Cárcel Pública y de las tiendas de San Agustín. El gobierno debería indemnizar por la venta al Colegio de la Independencia. Se declaró, por necesidad de fondos, como bienes nacio­nales, las tiendas pertenecientes a la Iglesia Catedral con cuyo producto se sostenía el culto; el Cabildo Eclesiástico se reunió y acordó que el Obispo adoptase medidas; éste dirigióse a Orbegoso el 11 de junio indicándole la situación de pobreza en que incurriría la Catedral; respondió el Presidente que le extrañaba la actitud del clero y del Obispo cuando "hasta las viudas y los huérfanos se desprenden de una parte de sus haberes para subvenir a las notorias urgencias del erario". 


     El Poder Judicial falló , cuando el Obispo prosiguió ante él en incidente que debería procederse al remate de las tiendas y de la casa nueva de La Catedral como lo había dispuesto Orbegoso. 


    El 11 de abril de 1835 José Luis Gómez Sánchez fue comisionado por Orbegoso para pedir auxilio de tropas al gobierno de Bolivia a fin de pacificar el Perú.


    Santa Cruz miró en esta solicitud la oportunidad que anhelaba de ingresar al Perú con una fuerza militar respetable y como un poder indiscriminado. Lo expresó así a Gómez Sánchez quien en carta del 9 de mayo lo comunicó a Orbegoso. Por su parte, el Ministro peruano en Bolivia Antonio José de la Torre, en carta a Orbegoso del 27 de junio analizaba cuidadosamente las perspectivas de ese momento ¿Qué era mejor, obe­decer a Salaverry o establecer la Confederación? ¿Puede ser dejado Gamarra fuera de estas posibilidades? Paz Soldán ha transcrito este importante documento en su Historia del Perú Independiente.





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    El 15 de junio de 1835 firmóse el Tratado de Auxilios entre Gómez Sánchez y  Quiroz por el Perú , y el Presidente de Bolivia Andrés Santa Cruz quien en tales momentos se sabía solicitado por todas las partes peruanas en pugna: Nieto, Gamarra y Orbegoso le habían hecho llegar enviados. Sólo Salaverry se abstuvo de hacer contacto con él. De todo ello buscaba Santa Cruz las ventajas políticas para el proyecto confederal, no siendo su verdadero afán, por supuesto el de pacificar al Pero sino el de instaurar una Confederación con tres estados; la situación del Pero ya en guerra civil le prestaba el pretexto y los motivos suficientes para penetrar con tropas bolivianas en terri­torio nacional peruano. Conocía de sobra Santa Cruz que podría entenderse con cualquiera de los caudillos triunfantes en mucho tal éxito dependería de su apoyo militar y de cuál de ellos ofreciese mayores ventajas a sus propósitos políticos. Hábilmente manejó esta desventaja peruana y logró sus objetivos finalmente. 


    Santa Cruz planteó en concreto que luego de conseguida la pacificación del sur y del norte, debería Orbegoso como Presidente Provisorio convocar a una Asamblea en cada región y proceder a la nueva organización, que era la Confederación. El 22 de junio hizo conocer Orbegoso al pueblo de Arequipa la existencia del Tratado con Bolivia. 


    Los periódicos arequipeños "El Nacional" y "El Arequipeño" expresaron no so­lamente su  desconfianza ante la presencia del invasor boliviano sino que el primero de éstos lo repudió en los términos más alarmantes. 


    Al parecer el Deán Valdivia se acercó al coronel Ramón Castilla uniendo sus opiniones contrarias al pedido de auxilio a Bolivia, el sentido de convocar primero a Gamarra y luego a Salaverry contra Santa Cruz. 


    Castilla al estar en desacuerdo con Orbegoso en cuanto a pedir el auxilio bolivia­no. cayó en desgracia, pues renunció a su cargo político como Secretario General y pidió mando de tropa. Se resintió Castilla y renunció a su grado militar. Orbegoso expidió un decreto confinándolo a Tarapacá "donde debla permanecer hasta segunda orden  la, situación interna del Perú no podía ser más confusa ni más desordenada. Los caudillos Gamarra y Salaverry actuaban abiertamente en contra del Presidente Proviso­rio Orbegoso, y los esfuerzos de este por restablecer la legalidad y el orden publico en toda la re pública eran infructuosos, sobre todo por que su autoridad era discutida y porque Salaverry la había desafiado directamente desde el Callao. Orbegoso en tales circunstancias viose obligado a solicitar el auxilio boliviano, 10 que acrecentó la división entre los peruanos que no veían con buenos ojos una intervención destinada a dividir políticamente al Perú en dos estados, bajo la hegemonía boliviana. 


    Las circunstancias eran pues verdaderamente desventuradas, el recelo, la desconfianza y el desorden se habían apoderado del espíritu ciudadano. La obediencia a Orbegoso no era lo más generalizado y éste privado de recursos militares y econó­micos así como del apoyo constitucional de un cuerpo legislativo adecuado, podríamos decir que se veía compelido a aceptar los planteamientos de Santa Cruz quien , pacien­temente, había esperado este momento: que el caos hiciera necesario su auxilio y que la guerra civil hiciera necesaria su presencia como pacificador y mediador entre los peruanos. 


    Precisamente aprovechando del estado en que se debatía el Perú , exigía Santa Cruz una  reorganización política y administrativa del país, lo que significaba en otras palabras, aplicar el sistema confedera! entre tres estados , dos peruanos y uno boliviano.


    Ello consumar(a el proyecto que tanto había madurado el caudillo altoperuano, y al  cual no eran ajenas algunas sobresalientes personalidades peruanas, entre las que destacaban prominentes lideres arequipeños como Luna Pizarro y el Deán Juan Gualberto Valdivia. El primero al ser elegido diputado ante la Convención Nacional de 1833, antes de emprender vi aje a Urna habría conversado con el Deán Valdivia y el general Domingo Nieto "que veían que a la larga tendría que formar con Bolivia una Confederación de tres Estados ".




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    Actitudes totalmente opuestas dividían a los dirigentes peruanos ante la presencia de Santa Cruz en el territorio nacional. Orbegoso el 8 de julio desde Vilque en Puno trasmitió a Santa Cruz las facultades extraordinarias de que estaba investido , para que las ejercitase en todos los puntos que ocupara con el Ejército Unido; el 7 de julio, un día antes, el Jefe Supremo Felipe Santiago Salaverry emitió un decreto declarando la guerra a muerte contra el ejército boliviano al que llamó invasor, agregando que las tropas peruanas que bajo el mando del general Agustín Gamarra estaban bajo el mando de las bolivianas, quedaban comprendidas en tal guerra si no se reincorporaban en cua­renta días al ejército nacional. 


    Poco tiempo después Salaverry y Gamarra firmaban un Convenio formal para defender la unidad nacional amenazad .. por Santa Cruz . El mariscal Gamarra presentó batalla al boliviano en Yanacocha el 13 de agosto de 1835 siendo completamente derro­tado. Había desoído las prudentes observaciones de Salaverry. El periódico " El Repu­blicano" da cuenta de las solemnidades con que se celebró en Arequipa el triunfo de Santa Cruz en Yanacocha. 


    El Presidente de Bolivia, fue recibido triunfalmente en Arequipa. Los periódicos arequipeños comparan tal recepción con la que se tributó a Bolívar El 27 de setiembre hizo su ingreso por Miraflores y Cangallo. Los oradores rivalizaron en elogios y expresiones hiperbólicas sobre Santa Cruz, palabras como genio, regenerador, prodigio fueron pronunciadas libremente; seguramente la embriaguez de la gloria y la vanidad del poder tentaron en tales momentos la conciencia y el espíritu del general boliviano , sentía que accedía casi sin esfuerzo a la posición dominante con la que había sollado: establecer una confederación entre el Pero y Bolivia con él a la cabeza. 


    Una voz diferente, sincera y honesta se eleva en medio de aquel clamor laudato­rio, el general Domingo Nieto visita a Santa Cruz en casa del general Quiroz en donde se había alojado ; le recuerda allí que debe limitarse a las actividades de un general con un ejército auxiliar. Le manifestó directamente y sin tapujos que los medios que empleaba para establecer y planificar la Confederación no eran honestos; le dijo que se estaba agraviando a toda una nación que ama su independencia y que tiene en su seno ciudadanos que aprecian altamente la honra y la dignidad de la patria. Sin temor le
    dijo: "he venido de Chile con el objeto de hacerle la guerra en defensa de mi Patria y que el Perú variaría de forma sólo por acuerdo del Congreso y no de las armas". 


    Santa Cruz trató de convencer a Nieto de la seriedad pacificadora de sus propósitos. La nueva forma de gobierno que proponía, dijo, sacará al Perú de los males en Que se encuentra sumido. Nieto no se convence y decide quedarse en la ciudad obedeciendo a la autoridad de Orbegoso. Sólo Salaverry era ahora el obstáculo para los planes de Santa Cruz. Historia General de Arequipa. (1990) Fundación M. J. Bustamante de la Fuente  pg, 431 a  439.


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    Índice Biografías                    Índice General

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    Fuentes: 


    • Basadre Grohmann, Jorge: Historia de la República del Perú (1822 - 1933), Tomo 2. Editada por la Empresa Editora El Comercio S. A. Lima, 2005.
    • Capitulo 4 La República, . Historia General de Arequipa. (1990) Fundación M. J. Bustamante de la Fuente  pg, 431 a  439.
    • Imagen de portada.  General Pedro Bermúdez y el Presidente Luis José Orbegoso.
    • Memorias sobre las revoluciones de Arequipa desde 1834 hasta 1866. Juan Gualberto Valdivia.