Índice


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    La imponente catedral que actualmente ostenta la ciudad de Arequipa, no siempre lució así,  está es parte de una evolución arquitectónica que empezó  casi desde que  la religión católica se asentara en el valle del Chili. Pasando por la humilde parroquia de "San Pedro" hasta los templos  que concluyeron en la magnífica construcción de 1656, obra concluida durante el Obispado de  Fray Gaspar Villaroel. Muchas reliquias fueron acumuladas durante el periodo de esplendor del Templo, entre ellas: [...]  el madero de la Sta. Cruz  y otra de un pedazo de canilla de San Vital mártir. [...] D. Valdivia.


    El Obispo D. Juan Cavero   (1725 – 1741) trabajó la sacristía  y piezas contiguas. Mientras que el Obispo Juan Bravo agregó el presbiterio. 


    En 1784 el obispo Juan de Cavero y Toledo, hizo construir la iglesia de San Juan, junto a la catedral de Arequipa,   pero el Terremoto ocurrido el 13 de mayo de ese año  destruyó el templo, por lo que hubo que eclesiásticamente suprimirlo.


    Los daños que sufrió producto del terremoto  se registraron  de la siguiente manera:


    En  la iglesia Catedral cayó un pedazo  considerable de la bóveda sobre el muro y deshizo  su pulida fábrica de cedro y lo más sensible el órgano de tal manera que solo se han encontrado reliqueas de su materia, pues falseando un pilar dejó lo demás de la iglesia en distintas partes rejada de cuidado y sus torres una de ellas para deshacerla . En la iglesia de Sacramento, llamada San Juan, se desplomó  su media naranja que es el sagrario del altar mayor , quedando el cañòn de la iglesia amenazando riesgo , derribados los estribos de su torre.



    En 1814 el presbítero canario Don Antonio Pereira Pacheco y Ruiz, llega a la ciudad de Arequipa junto con el Obispo Luis de Gonzaga de la Encina , y  en su  inmortal obra, "Noticia de la muy noble y muy leal ciudad de Arequipa en el reyno del Perú" de (1816), describe como era la vida de la ciudad entre sus muchos apuntes  dibuja como lucía la catedral de Arequipa  e inclusive  confecciona un pequeño plano  de su interior, por lo que podemos darnos una idea mejor del monumento perdido.


    1.- Cuerpo de la Iglesia.
    2.- Prebisterio.
    3.- Puerta colateral.
    4.- Puerta Principal.
    5.- Coro.
    6.- Puerta llamada del Perdón.
    7.- Iglesia del Sagrario.
    8.- Sacristía de Canónigos.
    9.- Cuarto Común.
    10.- Cuarto de Sacristán menor.
    11.- Clavería.
    12.- Patio.
    13.- Sacristía de Clérigos.
    14.- Galpón.
    15.- Capilla de San José.
    16.- Sala Capitular.
    17.- Galpón.
    18.- Capilla sin concluir, destinada para monumento.
    19.- Depósito de muertos.
    20.- Gradas a la Calle.
    21.- Gradas de la puerta principal.
    22.- Tiendas de Quincallería.
    23.- Entrada del cementerio.
    24.- Cementerio.


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    LA IGLESIA CATEDRAL ANTES DEL INCENDIO

    Comentario del Dr. Mariano Ambrosio Cateriano  , diciembre de 1891.



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    Fundada bajo el patronato del Apóstol San Pedro, este templo fué de los más suntuosos que ostentaba el Perú, en los mejores tiempos de su proverbial riqueza. Extendíase su longitud del Oriente al Poniente y del Septentrión al Mediodía su latitud, del orden composito era su arquitectura, constaba de tres naves espaciosas y anchas y 10 columnas áticas cubiertas con cortinas de terciopelo carmesí, sosteniendo las 18 bóvedas de arista, 14 ventanas que franqueaban la luz y 3 grandes puertas la libre entrada. Trece hermosos altares de cedro perfectamente dorados lo decoraban. El Altar mayor constaba de tres cuerpos y estaba laminado de plata, el tabernáculo ocupaba el primero y guardada la valiosísima custodia con el viril y resplandores de oro engastado en ellos muchas piedras preciosas de gran valor. En el segundo cuerpo veíase la Virgen de la Asunta, en el tercero al de San Pedro, Patrón de la Iglesia y en los nichos colaterales a los demás apóstoles, todas de magnífica escultura.

    En el Altar llamado de Las Reliquias, se veneraban las de San Sebastián, San Julio, San Justo, San Donato, San Vicente, San Plácido, San Leonardo y San Valentín, colocados en preciosos relicarios de plata, los cuales habían sido donados por el Obispo León el cual ordenó se rezase el oficio de ellas con rito doble por haber sido declaradas insignes, según decretos de Gregorio XIII y Urbano VIII.

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    1. Nota: Para El Deán Valdivia los altares fueron  12 con diez retablos de madera de tres cuerpos y dos pequeños, uno de la Antigua a espaldas del coro y otro de San Miguel . Fueron de mucho  costo . El mayor  estaba adornado  con frontal, atriles  blandones, gradillas y columnas  de plata . El tabernáculo y el nicho de la  imagen de la Asunción  estaban  forrados con plata. Para el presbiterio había  seis hacheros que tenían 852 marcos de plata: tres de ellos fueron  dados por el Obispo Pedro Ortega los otros 3 lo hicieron  por el Cabildo  con bienes  de la fábrica y algunas aplicaciones . La custodia mayor tenía  el sol de oro, con 134 diamantes , 135 rubíes, 23 amatistas , 157 perlas grandes . 


    Las reliquias  de San Julio, San Valentín , San Justo , San Donato, San Marcos, San Fabio, San Pío , Sta Margarita, San Vicente , San Plácido y San Leonardo fueron remitidas por el Cardenal Carpinco con su auténtica del 15 de diciembre de 1678, al Sr. Luis Manuel Portocarrero Arzobispo de Toledo , quién las cedió el 17 de abril de 1696 al Sr. Obispo de Arequipa  Antonio de León  y este las donó  a su iglesia Catedral el 28 de abril de 1698. Las demás  fueron donadas por los Srs. Obispos  D. Juan de Otárola y D. Juan Cavero con consulta del jesuita  Hernando Colmero , en vista de su parecer del 24 de julio de 1698, dispuso el Sr. León  con su cabildo se rezase  con rito doble  de varias  de esas reliquias , repuntándolas insignes según  los decretos del Sr. Gregorio XIII de 1575 y del señor Urbano VIII, de 1628,  a pesar   de que no eran insignes a juicio de personas inteligentes. Todas las reliquias se quemaron en el incendio de la Catedral,  sin embargo  se rezaban aún  por ellas  por decreto actual  Sr. Obispo Goyeneche.


    2 Nota.- La Capilla de San José que existe en la catedral y que sirvió de parroquia del sagrario hasta la construcción del templo de San Juan y la sala capitular  fueron edificadas por el obispo (IX) Antonio de León.

    El Retrato de este obispo que se hallaba en la antigua galería de la catedral y que se quemó como todos los demás en el incendio del 1ro de diciembre de 1844 , tenía por única inscripción la décima siguiente , la cual por el doble ,mérito de haberse conservado cuarenta años en la memoria de un amigo nuestro , es un amuestra de la literatura  nacional de ahora 200 años, creemos será leída con agrado. Dice así:


    Obispo de Panamà

    Y Rejente de su audiencia

    Fue con virtud y prudencia

    El León que presente está.

    Pasó a Trujillo y de allí

    A Arequipa la dichosa,

    Treinta años la rigió esposa

    Dejó a Quito y Santa Fe

    En ella inmortal reposa.


    En la sala capitular de la catedral se conserva hasta hoy  día otro retrato de este Obispo en un cuadro al óleo y al porte natural. Aparece sentado , con gorro griego en la cabeza , coleta bigote y pera al uso de su tiempo, cabriote morado con cuello vueltas y cesgos de armiño, tres mitras sobre la mesa, un palio y otras dos a sus pies, son los objetos que se ven en este interesante cuadro . El hermoso y simpático aspecto de este retrato, algo revela de lo que fue el mayorazgo de España, doctor de la Universidad de Alcalá de Henares, favorecido con cuatro mitras .cura de Villar Olmos y Tordelaguna. Gobernador , Capitán General, Presidente de la Audiencia y Obispo de Panamá, Trujillo, Arequipa electo de quito y del Arzobispado de Santa Fe , Don Antonio León.

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    3. Nota: La Catedral de Arequipa tiene gratos recuerdos del obispo Don Pedro de Ortega Sotomayor (1647 – 1651) en una efigie de la Virgen remitida del cuzco que pereció en el incendió de este templo en 1844. En 3 acheros(sic) de plata con el peso de 120 marcos en la fundación de un aniversario de misas en sufragio de lo obispos sus sucesores y en muchos ornamentos y preseas con que el la enriqueció. 

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    El coro ocupaba el centro de la nave mayor, en el que se contaban 61 sillas de madera de cedro, divididas en dos secciones, una superior y la otra inferior, teniendo en sus respaldos tallados en alto relieve las efigies de los 12 apóstoles y otros santos. En la testera y parte superior de la silla episcopal que se distinguía por su esmerado trabajo, veíase en un elegante nicho el busto del Salvador al natural y coronaba toda la testera una hermosa cúpula sostenida por 6 columnas en cuyo centro estaba colocada la estatua colosal de San Juan Bautista.


    Sobre los muros laterales del coro se hallaban dos magníficos órganos de muy sonoras voces, en el medio ostentábase majestuoso el fascistol giratorio de 4 fases, sostenido por 4 leones y cerraban las preciosidades de este lugar una bien torneada reja de tres varas de alto. En la columna inmediata al coro, hacia la derecha destacábase el magnífico Púlpito de cedro, muy bien tallado.


    Hacia atrás del coro, en un precioso altar construido con gusto y adornado con esmero, venerábase a la Virgen María bajo la advocación de la Virgen de la Antigua, en un hermoso cuadro pintado al óleo, al natural y de mérito superior. A los extremos del Presbiterio habían colocadas dos tribunas con sus atriles, donde se cantaban la Epístola y el Evangelio en las misas solemnes.


    La bóveda subterránea de figura circular, donde reposaban las cenizas de los Obispos que morían, hallábase también debajo del presbiterio y tenía su entrada por el costado derecho. La capilla dedicada a San José, tenía una preciosa cúpula y un hermoso altar de tres cuerpos.


    La Sacristía en la que guardaban muchos y muy valiosos ornamentos sacerdotales y más de veinte mil marcos de plata y algunos vasos sagrados de oro, tenían como la mejor de sus decoraciones, los 18 retratos de los Obispos de Arequipa, desde el Ilustrísimo Rodríguez hasta el de Lencina, cuadros al óleo y al natural que formaban una valiosa galería.


    Tal era la Catedral de Arequipa, hasta que le sobrevino la catástrofe de que nos vamos a ocupar.


    Incendio de la Catedral:

    El Domingo 1ro de Diciembre de 1844 después de la misa conventual que celebró el Sr. Chantre Dr. D. Bruno Valcárcel y demás distribuciones de los días festivos, se retiraron  los canónigos de la Catedral, Cerrando las puertas a poco más de las diez de la mañana. Como un ahora después vió salir por las ventanas un espeso nubarrón de humo inmediatamente se dio aviso a los sacristanes, los que acudieron sin dilación . abiertas las puertas presenciaron  los circunstantes  el espectáculo más sorprendente y terrible ; el altar mayor estaba convertido en una formidable hoguera de donde como por corrientes eléctricas partían rayos de fuego a los demás altares, con la celeridad que en pocos momentos era inextinguible en todos ellos, así como en el coro y en la sacristía. Para dar más libre acceso a la multitud que convocada por el imponente tañido de la campana mayor acudía presurosa , se abrieron  d e par en par  las tres puertas y el viento sur  que dominaba en esos momentos inflamando las llamas , hizo más voráz el incendio  y precipitó la consumación de la catástrofe . El agua que se había  hecho represar de la acequia de la Pontezuela , entraba como un torrente impetuoso  por la sacristía y no sirvió que para anegar la Iglesia. Columnas y capiteles íntegros  convertidos en ascuas, desprendíanse  de lo alto de los altares despedazándose  unas veces en el aire y cayendo en copiosa lluvia de fuego o precipitándose íntegras y aumentando con su estrépito el terror esas moles candentes.


    Las piedras de berenguela que cubrían las ventanas reventaban también  con fuerza y sus fragmentos se esparcían  por todas partes . Seríanos imposible , describir la confusión y el terror de los que presenciaron tan espantoso espectáculo . Unos arrojaban  agua para apagar el fuego y otros intentaban precipitarse por entre las llamas para salvar las efigies ; mientras las mujeres lamentaban o pedían misericordia .


    Toda diligencia fue inútil y el fuego devoró cuanto era combustible en aquel suntuoso templo sin perdonar la voracidad de las llamas ni el santuario, pues la plata que lo decoraba corrió como el agua fundida a fuego tan devorante. A las doce del día todo estuvo concluido . Cuarenta minutos bastaron  para que desaparecieran  por siempre tantos monumentos memorables tantos objetos preciosos, tantas reliquias  veneradas, que testifican el espíritu  religioso y ferviente de las generaciones de más de dos siglos.


    La consternación fue general y profunda  y las autoridades interpretando  fielmente el sentimiento popular dispusieron  una procesión de penitencia y una misión  en la plaza, el segundo Domingo de diciembre . El orador elegido para manifestación tan solemne  fue el prestigioso y popular tribuno del año 34, aquel que había hecho de la sublime apoteosis del genio  ante las veneradas reliquias del mártir de Humachiri y el que pocos días antes del incendio había quebrantado los corazones  y cautivado las voluntades de su inmenso auditorio dese el púlpito de San Camilo. Ese orador fue el Deán de la Iglesia Catedral Dr. Juan Gualberto Valdivia favorecido entonces del aura popular . El acto era imponente  y el espectáculo conmovedor .




    La casa de Dios acababa de ser devorada de Dios acababa de ser de esas paredes calcinadas por el fuego y ennegrecidas por el humo, se hallaba congregado el pueblo de Arequipa. Esas masas populares que así rebozan de alegría al oír el traquido de los cohetes en sus festividades religiosas, como la detonación del rifle en las convulsiones políticas ; que de mañana oyen misa, al medio escuchaban a su tribuno o vitoreaban a su caudillo y por la tarde  piden gritos  la cabeza del que han elegido para su victima , todos se hallaban reunidos en la plaza.


    Los ojos se arrazaban en lágrimas al mirar los tristes despojos del augusto templo, donde en la mañana  y en la tarde  acompañaban  al órgano los divinos cánticos  de los ministros  del santuario ;  donde el cristiano ofrecía al cielo en su humildes y sinceras preces, el tributo de su adoración  y donde el pecador contrito se purificaba con las lágrimas del arrepentimiento.


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    El diario arequipeño "El Republicano" también narró los sucesos de la siguiente manera:








    Enlaces directo al diario en los días 2 y 7 de diciembre de 1844.



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    Poema en el Diario El Deber del 1ro de diciembre de 1944.


    Al Incendio de la Catedral


    Qué humo es aquel—¡Oh Dios!—que en torbellinos, 

    Por las ventanas de la Casa Santa,

    Salen negras columnas precedido 

    De torrentes de fuego.. ¿Es el Incienso 

    Qué lleva las plegarias del Cristiano 

    Ante el trono inmortal del Señor inmenso?...

    Las almas más espesas, ya no caben 

    Por tan cortos recintos:— densas nubes 

    De un humo mas espeso:—el fuego crece,

    Muge la tierra, se conmueve el Templo.

    Yen su interior rodando un sordo ruido,

    Parece que mil manos destrozaran,

    Los altares sagrados.. .Derrepente 

    Veinte becas vomitan espantosas 

    Llamaradas constantes que a la altura 

    De las soberbias torres sobrepasan:

    Huyen otras mil despavoridas 

    Horrorizadas de su mismo estrago,

    Y estrellándose en olas en la cumbre 

    Del Templo Sacrosanto, brama el fuego,

    Y el furor del incendio no pudiendo 

    Por el techo incendiado abrirse paso,

    Retrocede cual rayo, y esparciéndose

    Llena el recinto, lo devora todo

    Y el edificio mismo es convertido, 

    En un vivo espantoso reverbero.

    Aún las piedras entonces alimentan

    El hambre destructora de las llamas:

    Los retablos gimiendo se desploman,

    Y caen en mil ascuas retumbando.

    No respeta, el estrago el Solio Santo.

    Que en Misterio retiene entre nosotros 

    Al Cristo del Señor al Dios excelso.

    Su alcázar— ¡oh dolor!— el Pan Santísimo 

    Que a nuestra frágil vista lo escondiera 

    Todo es presa del fuego, todo arde:

    Es un horno terrible que amenaza,

    Destruir la ciudad enteramente.

    Con más fuerza la tierra se conmueve 

    Por doquiera el horror, el fuego y humo 

    Rechazan los esfuerzos, lanzan rayos;

    Torbellinos de llamas sofocantes.

    Convierten el Altar el Atrio Santo 

    En un infierno... ¡oh Dios!... ¡piedad!...yo miento:

    Es tu casa Señor la que devora.

    El incendio fatal.— Humildemente 

    Tu sabia Providencia reconozco,

    Y ciego a tus decretos me someto

    En vano el clamor de la campana.

    Este triste suceso anuncia al pueblo:

    Al horrible volcán de fuego activo.

    En vano acude el pueblo religioso.

    Que viendo la catástrofe aún no cree 

    Que es tu Casa Señor la que arde entonces 

    Cual si fuera cabaña de un mendigo!... 

    Aunque absorto de horror se desengaña 

    Que todo en este mundo está sujeto 

    A la ley invariable de la ruina:

    Que la pobre ramada y el alcázar 

    Del Santo de los Santos—igualmente 

    Se someten a ella... en vano en vano 

    Esforzados cristianos se deciden 

    A disputar la presa de las llamas: 

    Precipítame al horno, y aún no llegan 

    Cuando el fuego rechaza sus esfuerzos 

    Heroicos es verdad, pero impotentes.

    En vano este pueblo derramaba 

    Lágrimas de dolor,—ellas bastaran 

    A apagar el incendio, si el Altísimo 

    No hubiera inexorable decretado 

    La ruina de su Templo Sacrosanto,

    Parece que sus ayes. sus plegarias 

    Se elevaban envueltas con el humo.

    Y en el inmenso espacio se perdían,

    Y al trono del Eterno no llegaban...

    ¿Y El Padre de los Hombres que esto mira 

    No alagará el Incendio?... Tus designios 

    ¡Oh Dios Santo! yo admiro, y no me atrevo 

    A sondear tu justicia y providencia. 

    Bástame saber que siempre bueno 

    Nunca el mal te propones,— no es posible,

    Que en ti pueda caber,— aún cuando fuera 

    Posible que quisieras practicarlo.

    Resolviste el incendio de tu Templo,

    Y no queda a tu pueblo más recurso

    Que llorar,— verlo arder,— y amarte siempre. 

    Llegó el instante que fijó el destino

    Y una hora fué bastante a volver humo 

    Y Altares Venerandos que escucharon 

    Las plegarias de seis generaciones.

    Ni el altar, ni el vestíbulo ya existen:

    En dos siglos oyeron les cantares 

    Que entre ellos interpuesto el Sacerdote 

    Reclamaba, gran Dios, todos los días 

    Tu inmensa bondad para tu pueblo.

    Y las gruesas columnas que ofrecían 

    La larga duración del monumento.

    Cono delgadas vigas no resisten

    Al impulso terrible de las llamas 

    Que oprimidas calcinan todo el Templo

    Y cayendo en astillas disminuye

    Su antes firme ya frágil corpulencia.

    Las enormes paredes que ostentaban,

    Con desprecio del tiempo, los altares

    Los bustos de mil Santos y las galas 

    Que la piedad humilde tributara 

    Al culto del Señor,—ya nada existe; 

    en ellas no se advierte sino el hueco 

    Calcinado y humeante en que posaron 

    De lo piedad solemnes monumentos.

    Son sepulcros terribles cuyo aspecto 

    Recuerda el filósofo cristiano 

    Que todo desparece en éste mundo,

    Y que un día vendrá que el mundo mismo 

    Y Tal vez en menos tiempo de una hora 

    Tornarse al abismo de la nada.

    Mientras tanto, ¡ah Señor!—tu que miraste 

    Consternado a tu pueblo y abatido,

    Resignado a tu sabia Providencia,

    Que escuchaste su aves sus clamores,

    Que lo viste llorar con fe más viva

    Que el pueblo ingrato que inmoló a tu Hijo, 

    Y que marcado de ésta mancha eterna,

    Recibió por castigo ver su Templo 

    Reducido a cenizas— ¡oh Dios Santo!

    Si es tan grande el delito que ha atraído 

    Sobre tu Casa Santa tanto fuego,

    ¡Más grande es tu bondad!... aquí se acabe 

    Esta horrible catástrofe:— a lo menos 

    Conserva el Templo .ya que no hay altares.

    Y si quieres probar la fé constante 

    De este pueblo escogido que te adora.

    ¡Piedad!... basta de incendio... siembre bueno 

    Cambia en Misericordia tu Justicia!...

    — Llegaron las plegarías a lo Eterno;

    El fuego se extinguió; — su avidez fiera 

    Se devoró así misma en un instante.

    Más ¡oh doler!—Parado el edificio 

    No presenta a los ojos espantados

     Sino la sombra del hermoso Templo 

    Que ha una hora no más que presenciaba, 

    Entre himnos sagrados, los Misterios 

    Más augustos y Santos del cristiano.

    Deforme ahora por do quiera muestra 

    De espantoso incendio los estragos.

    Ceniza y carbón han reemplazado.

    A los Santos y al Santo de los Santos!.

    Todo desapareció... tantas riquezas, y el oro del Señor los santos vasos

    Y el Tabernáculo y al copón sagrado.

    Que el Dios de los sucesos contenía

    ¡Más horror no es posible! …. Todo forma

    Ese negro montón de vil escoria

    Los antiguos sepulcros destapados

    Que sucesos sangrientos respetaran.

    Ya no conservan ni los esqueletos 

    Que ocultaron en paz. y en otro tiempo 

    Grandes almas, talentos y virtudes.

    Voraz el fuego profanolo todo.


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    Ver también : Cronología de la Catedral: 





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    Fuente:

    • Diario El Deber 1ro de diciembre de 1944.
    • Nota 1 : Fragmentos para la Historia de Arequipa. Deán Juan Gualberto Valdivia.
    • Nota 2 y 3:  Memorias de los Iltmos. Srs. Obispos de Arequipa. Mariano A. Cateriano.
    • Imagen de Portada, dibujo de la Catedral de Arequipa en 1814, por Antonio  Pereira y Ruiz .