(* Cádiz, 1740 - Chiclana de la Frontera - Cádiz, 27 de octubre 1819) fue un religioso español que llegó a ser obispo de Arequipa en  (1788-1805). Fue propulsor de la cultura y reformador de los estudios eclesiásticos, así como bienhechor de las clases desvalidas con la fundación de una casa de huérfanos.


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Datos Biográficos



Hijo de Salvador Josef Chaves de la Rosa, y Rosa Violante Galván y Amado. Inició estudios en su ciudad natal; y pasó a la Universidad de Osuna, donde optó grados de Doctor en Teología (1761) y Bachiller en Cánones (1765) y, sucesivamente, fue catedrático de Teología Moral y rector en tres períodos. Nombrado medio racionero (1771) y prebendado (1774) en el Cabildo de la Catedral de Cádiz, fue luego canónigo lectoral en Córdoba (1778) y encargado de la dirección del hospital.

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Nota: Monseñor Chaves de la Rosa nació en la Calle de San Pedro en Cádiz. Antigua Calle que mucho antes tenía el nombre de Calle del Rey y luego del Algarrobo.
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El 18 de diciembre de 1786 fue designado obispo de Arequipa y emprendió viaje el 7 de septiembre del año siguiente; hizo la travesía por el Cabo de Hornos y llegó al Callao el 7 de enero de 1788. Fue consagrado en la Iglesia de San Pedro de Lima por el arzobispo Juan Domingo González de la Reguera el día 23; y como se dirigiera a su diócesis por tierra, aprovechó para iniciar su visita pastoral por los curatos de la costa. Finalmente tomó posesión formal de su sede el 6 de septiembre de 1788.


Plano de la ruta que tomó el Obispo Chaves de la Rosa en dirección a Arequipa.

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Episcopado de Arequipa



No culminaba aún el primer año de su episcopado cuando salió a visitar su extensa diócesis, empezando por las provincias de Moquegua y Tacna. De retorno, pasó a la provincia de los Collaguas, adonde no había llegado ningún obispo desde hacía 70 años.


Obra notable suya fue la fundación de una casa para niños huérfanos (1788) que puso bajo la dirección de doña María Rivera y que, en gran parte, sostuvo con su propio peculio. En ella fueron acogidos sucesivamente 1431 niños y niñas.


Una particular preocupación tuvo por el Seminario de San Jerónimo al cual reformó según las corrientes doctrinarias que a la sazón se imponían en Europa (1791). Le preocupaba mucho la formación intelectual y moral de su clero y para alcanzar tan altos fines redactó un nuevo plan de estudios, más adaptado a las ideas de la época y en cierto modo innovador. Obra que no tardó en producir sus frutos.


Verificó la división territorial de los curatos de los suburbios, asunto que se decidió por real cédula de 9 de marzo de 1791.


En 1794 volvió a visitar la zona sur de su diócesis: Carumas, Torata, Moquegua, Tacna y San Lorenzo de Tarapacá.


Construyó un palacio decoroso, que donó a sus sucesores (1797).


Pero tuvo incesantes contratiempos debido a la severidad de su carácter que no le permitía transigir con la ignorancia y los abusos. Tuvo altercados diferentes con el cabildo y con los intendentes, con el cabildo eclesiástico, con los curas y con los clérigos, con los religiosos y con las monjas. En particular, su intentó de reformar el monasterio de Santa Catalina y reducir a las monjas a observar la vida común le acarreó grandes disgustos, pues no logró su objetivo y quedaron en ese convento sólo la desunión y los resentimientos. En una real orden con motivo de esta cuestión, se ve que las monjas informaron al rey que la intención del obispo era robarlas bajo diferentes pretextos.


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También fue inflexible en su enfrentamiento con la relajación moral de la población, que se reflejaba en el excesivo número de hijos ilegítimos bautizados en su jurisdicción, así como el excesivo lujo femenino, el juego de dados y muchas otras prácticas incompatibles con la verdadera y sólida piedad, contra los cuales pedía la intervención de la autoridad virreinal.


En 1795 representó al rey su deseo de renunciar, visto su desacuerdo con las autoridades civiles, la oposición del cabildo eclesiástico y la resistencia del monasterio de Santa Catalina a aceptar reformas.


Años después, en 1804, insistió en presentar su renuncia y se ausentó de Arequipa en compañía de su fiel secretario Francisco Xavier de Luna Pizarro, pasando a Lima. Al fin, la Santa Sede aceptó su renuncia por bula del 9 de agosto de 1805 dada por el papa Pío VI.


En total ejerció durante 16 años el episcopado en Arequipa. No obstante, su paso por la sede de Arequipa fue de gran utilidad y su influencia trascendió hasta la sociedad civil, porque los alumnos que se formaron en el Seminario y dentro de los planes por él formados, así abrazaran o no el sacerdocio, vinieron luego a ser sus elementos directores.



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Retorno a España



Debido a la crisis que atravesaba España, permaneció en Lima hasta 1809, año en que retornó definitivamente a la península, fijando su residencia en Cádiz, su ciudad natal. Durante la guerra contra la invasión francesa fue nombrado por la Regencia como Patriarca de las Indias y Vicario de los Ejércitos contra Napoleón (1813). Consta también que saludó a las cortes españolas cuando abolieron el Tribunal de la Inquisición.


Pero tras el restablecimiento del absolutismo sufrió en carne propia la represión que se desató en la península. Se dice que en su calidad de Patriarca fue a recibir al rey Fernando VII en Burgos cuando regresó de Francia, y le tocó bendecir la mesa. El rey no lo convidó a ella, y dejó que estuviese de pie todo el tiempo que tardó en comer; en seguida lo confinó a Chiclana de la Frontera, muy próxima a Cádiz.


Sus últimos años las pasó en medio de la más extrema pobreza, a tal punto que en su última enfermedad tuvo que vender un cáliz que era lo único de algún valor que le quedaba. Falleció el 27 de octubre de  1819. Dejó sus bienes de Arequipa a la Casa de Huérfanos y su biblioteca al Seminario de San Jerónimo.




El Orfelinato Chaves de la Rosa en  Arequipa en 1925.

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Óleo del  Monseñor Pedro Chaves de la Rosa .


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Fuentes


  • Fernández García, Enrique: Perú Cristiano. PUCP, Fondo Editorial, 2000.
  • Mendiburu, Manuel de: Diccionario histórico-biográfico del Perú. Parte primera que corresponde a la época de la dominación española. Tomo II. Lima, 1876.
  • Tauro del Pino, Alberto: Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tercera Edición. Tomo 4. 2001.
  • Vargas Ugarte, Rubén: Historia General del Perú. Quinto Tomo. “Postrimerías del poder español (1776-1815)”. Tercera Edición. Editor Carlos Milla Batres. Lima, Perú, 1981. 
  • GCatholic.com / Giga- Catholic Information: Archdiocese of Arequipa – Peru.