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    Un relato de : Juan Manuel Cuadros ( * Arequipa 27 de diciembre de 1897.  + 11 de abril del año de 1966). Químico - farmacéutico y botánico, Fue también  un investigador nato, dedicándose casi toda su vida a recorrer el campo arequipeño, en busca de plantas que pudieran tener aplicaciones medicinales. Su obra más aplaudida se tituló: El  Folklore Botánico Medicinal de Arequipa.



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    Juan Manuel Cuadros es también autor del trabajo intitulado "Tres Relatos de Mi tierra"(1950). El primer relato fue distinguido con el segundo premio en el concurso Folklórico Internacional realizado en la ciudad de Lima el mes de junio del año de 1947. El seudónimo con el que participaba en concursos era: "Texao. "Escribió además la novela intitulada "El Satisca. "Por todas sus actividades los Consejos Provinciales de Lima y Arequipa, el año de 1940 le otorgaron Medallas de Oro y Plata y sus respectivas diplomas. El doctor  Cuadros, colaboró con varios artículos en los principales  diarios locales , como el Pueblo y el Deber, sobre todo acerca del uso medicinal de las plantas  arequipeñas, pero también  realizó algunos otros  del folcklore arequipeño,  como es el caso del relato "La buñelera", entrañable  muestra de la descripción  urbana de los años 50 y de los personajes pintorescos  de la ciudad.

    Esta Pintura del maestro Bernardino Delgado de mediados del siglo XX,  nos muestra la vieja Botica Cuadros en la esquina de la calle Santa Catalina y Puente Grau.

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    La Buñuelera.


    Especialmente en la estación calurosa se debía espectar, desde antaño, la presencia de cierta modesta mujer del pueblo, que ganaba sus reales vendiendo los sabrosos buñuelos, dorados, calientes blanditos y bien chorreaditos, de espesa y oscura miel que hacían la delicia de grandes y pequeños.

    Muchísimos son los que tuvieron la dicha de contemplar frente a la "Quinta Vargas" , hoy Parque Infantil  justamente donde hay instalado un grifo de gasolina, un tradicional puesto de venta de buñuelos.

    Bajo la sombra acogedora de un viejo nogal, encorvado por los años, cansado de vivir , que exhibía sus verdeantes hojas ralas y que ofuscado daba todavía sus últimos frutos, delicia de mataperros que en plena vereda los chancaban, saboreando  la exquisita almendra, se cobijaba la figura de “doña Catalina”.

    ¡Caray  quién no la conoció! Gozo de mucha fama esta buena mujer morena, de mirar sereno de facciones severas regordeta, peinado suelto y parca en su conversación. Con su delantal listado solía sentarse  sobre sólida piedra batanera, teniendo frente a si un fogón al aire libre, compuesto de  piedra renegrecida, el que alimentaba pacíficamente  con trozos  de leña colorada, Una sartén espaciosa en cuyo recinto hervía burbujeante la manteca pura y fragrante . ella sudorosa y contenta , relamiéndose los labios y contenta , soltaba con los dedos humedecidos  en agua  de una “chuga”, los amilos blancos de harina fina y madura que se morían como peces en el agua, chisporrotenado la manteca caliente que los cocía.



    Vista del puente Grau, y alrededores de la Quinta Vargas,  en agosto de 1958. Recorte Fotográfico Diario El Deber.



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    Cuando estaban al temple, los cogía con habilidad y maña ensartándolos  en filudas y largas cañas, para hacerles caer después en el centro donde seguían agitándose por la fuerza del calor que contenían.

    Una pequeña y escuálida banca renegrecida por el uso , daba  asiento a los “pijes” ,   “ccalas”  y a gente de todo pelo, que a gritos y a empujones  pedían un plato de a cinco cobres nada más. Pero en los días de las grandes fiestas como Navidad, Año Nuevo y Reyes , eso era de verse!  Entonces , recién  se vieran “colas” y que  “colas”  Con el plato o la bandeja en la mano se estaban hasta las diez  u once de la noche .


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    I también fue cita de poetas, literatos y escritores de buena cepa, que junto  al  árbol y entre chistes  de fina ironía colmados a veces de profundidad de pensamiento , cogían los buñuelos como niños gritones, saboreándolos a su “antojo”.

    Pero lo buenazo eran los días domingos. ¡Que días inolvidables! Había que verse, al promediar la tarde , grupos de chiquillas de caras frescas y limpias acabaditas  e orearse, llevando bajo el brazo la ropa de baño de tupido punto, que escurría a gotones el agua de “Semanat”  y de la “Quinta”, se arremolinaban en torno del puesto buñuelero, riendo , silbando y cantando, en tanto que los mocetones galantes gastaban sus “chilpes” (moneda dinero de baja denominación) entre bocado y bocado de rico buñuelo, tras el que venia la palabra galante y amorosa como  respiro de la  pasión radiante anidada. No faltaba tampoco el rapazuelo cunda y vivaz que jugando  muy cerca  a las bolas, con mucho empaque gritaba “buñuelos calientes para las viejas sin dientes”, esquivando las miradas furiosas de las aludidas.

    Nota: Antaño los buñuelos  se freían con manteca.


    Fotografía coloreada digitalmente que muestra a Tingo en 1914. Fotografía del Archivo de D'Angelo, en la Revista Variedades.

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    En otro lugar clásico de la ciudad  donde también existía  otra buñuelera era Tingo , el popular y típico  balneario, lleno de encanto y de belleza con sus corpulentos  y altísimos sauces, cuyas ramas entrelazada formaban verdeante techumbre a cuyo alero, sentados sobre la esmeraldina grama, comían hasta saciarse los  buñuelos que “caían” muy bien  a las parejas de enamorados , después del baño tonificante  en los pozos del “Fierro” y el “viejo” , cuya limpidez de sus aguas simulaban espejos en los que hasta el cielo se remiraba dulcemente.

    Alguna vez, también se pudo presenciar  muy cerca a los sitios de venta de buñuelos la presencia de algún viejo “apegau” (apegado)  y gorrero de leva verde y lustrosa que tenía vena de coplero, y que al pasar una simpática pareja llevando al niño en los brazos les soltaba , con voz ronca y palabra bien cortada, los siguientes versos.


    Buñuelos del día
    No quieren Comprar
    Para su linda cría
    Que ya los quiere atrapar.


    Mientras que el “ccalapitrinche” (persona adefesiosa, ridícula) a lo mejor estaba pelando una vara de sauce exclamaba: buena viejo te  ganaste un buñuelo.

    ¡Hermosos los días aquellos!  Días que pasaron muy  fugaces, dejando honda huella , vivos recuerdos en el alma y nostalgia en el corazón.


    Juan Manuel Cuadros.


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    Tingo por los años 60.


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    Anécdota:

    [...] En mi época de niño, habían varias buñueleras que eran asistidas por sus hijos en la mayoría, de paso que aprendía en negocio. Ya eran conocidas y cada encuentro eran grandes abrazos y piropos, nunca subidos de tono. La Yolanda, La Pastora, y la más conocida de todas era la Hortensia, que como cortesía nos obsequiaba una buñuelos en miniatura, como para "guagua" y a veces se sentaba en nuestra mesa y nos contaba su peculiar historia "Yo nací en Tiabaya, dedicándome a labores del campo; pero cuando ya me convertí en adolescente y güenamoza, conocía a un militar que al enamorarme me dijo que me llevaría lejos, a conocer otros parajes. Total, el militar se fue clandestinamente y la dejó en Tingo, en donde ella aprendió el oficio" Sus hijas siguieron con la tradición, pero de sus ricos buñuelos, sólo queda el nombre: Hortensia. [...] Juan Passano Zanca.


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    Fuente:

    • Diario El Deber, 31 de Octubre de 1950.
    • Imagen de portada: Tingo en 1940,  fotografía coloreada digitalmente.
    • Agradecimientos a Don Juan Passano Zanza y  Don Eduardo Ticona Chávez.